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PI RA TE RÍ A.

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Bueno, el ensayo de hoy es largo, pero es sobre un tema tan importante que había que hacerlo todavía más infumable con una introducción que no tiene nada que ver, de estas que te dejan descolocado, pero que al final voy hilando los puntos y acaba teniendo todo el sentido. Es sobre Ronald Reagan, sí, el presidente ese de EEUU. Uno de sus pilares principales durante su mandato fue su cruzada contra las drogas, como la marihuana o la cocaína. No es que las ilegalizara, ya eran ilegales, sino que vio cómo los jóvenes se metían esas drogas hasta olvidar su miserable vida o matarse, y los ricachones como él, en lugar de hacer autocrítica como país para averiguar por qué desde tan jóvenes necesitaban joder sus vidas, pensó que todo estaba perfecto y la culpa era de las propias drogas, de las drogas y de los jóvenes debiluchos que no soportaban su satánica tentación. Esa campaña anti-droga, más allá de ser un gasto público curioso, no frenó su consumo de manera concluyente. Con el tiempo se ha

La mujer en el cine: A propósito de Blancanieves.

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Si tuviésemos una máquina del tiempo, para nosotros sería muy fácil viajar a 2010, ir a nuestro antiguo instituto, plantarnos ante nuestro antiguo yo y rasgarnos la ropa pokera, quitarnos los piercings labiales de una hostia y, en definitiva, convencernos de que ese estilo cani era horrendo. A lo mejor no es el mejor ejemplo porque hasta en 2010 era obvio que ser cani era un error, pero había muchos que eran canis orgullosos y no veían nada de malo en serlo. Lo que quiero decir es que el tiempo pone todo en perspectiva, y es fácil mirar las fotos de hace 14 años y reírnos tanto de nosotros como de nuestros compañeros de clase, pero en su momento, vestir así de hortera tenía todo el sentido, si por "todo el sentido" entendemos que alguien lo puso de moda y el resto les siguieron como amebas comatosas. Hoy es 8M (para los que fueron canis, 8 de marzo), y como ya es tradición en este blog, es hora de celebrarlo, por segundo año. En el día de la mujer trabajadora, va a publicar p

Horda.

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Él mira el reloj: las ocho y cuarenta y dos de la mañana. Bastante gente en el andén. El tren debería haber pasado, y cuanto más se retrase, más tarde va a llegar él. A un lado, un hombre con traje, al otro, una mujer en los sesentas tiene el bolso pegado contra su pecho. Un gran número de personas se vierte por las escaleras, viniendo seguramente de la otra línea, y rellena los espacios vacíos que quedaban en el andén. La misma mierda de todas las mañanas. Se escucha el tren, que todavía se tomará su minuto largo en llegar a la estación, parar y recibir a todos los que suben. Las ocho y cuarenta tres, no, y cuarenta y cuatro. El rugido del motor llega hasta él y pasa de largo, y tras las ventanas, él puede ver que el tren no está vacío, ve todos los asientos ocupados, pero por suerte hay espacio para estar de pie. Mientras la máquina se detiene, todos están preparados. Los listos, los que ya saben, esperaron donde ahora se han detenido las puertas. Siempre lo mismo, se formaría el pas

Videojuego: The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom (Switch).

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Reseña sin espóilers. Mi inexperta opinión es que The Legend of Zelda: Breath of the Wild , la entrega anterior a ésta, es el mejor videojuego de todos los tiempos. Vino en 2017, donde ya estaba todo inventado, y se sacó de la bragueta una tremebunda cachiporra que rompió los esquemas de lo que pensábamos que podría llegar a ser un videojuego. Fíjate si fue inmenso que después de jugarlo, que ya lo jugué tarde, todavía tuve que macerar mi opinión durante semanas porque no me veía capaz de abarcarlo. Tears of the Kingdom  tiene el honor de ser el primero de los grandes de la saga de Zelda en ser una secuela continuista: mismos personajes, mismo mapa, mismo rollo, y ese rollo es el del mundo abierto, completa libertad, ve a donde quieras, da igual. No sólo debe construir algo sobre la sombra de su predecesora, sino que también debe justificar que haya tardado más años que ésta en salir, reutilizando el motor gráfico, los controles y el mapa. Y es evidente que no va a romper tanto como la

Videojuego: The Last of Us (PS4).

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La "disonancia ludonarrativa" es un término acuñado por el youtuber Dayoscript. A falta de encontrar un concepto griego que sustituya el "narrativa" del término, me parece exacto y quiere decir lo que parece: que en ese videojuego, la historia y la parte jugable chocan. Siendo el mejor escritor de la humanidad, disfruto mucho una buena historia, pero cuando juego a videojuegos, para mí la jugabilidad siempre va primero, y eso quiere decir que prefiero que un juego tenga una historia simple (o ninguna), antes de que una gran historia se resienta por lo jugable. Y estamos hablando de The Last of Us , lo sé, es un juego de Play 3 de hace 10 años, y le puedo perdonar cosas que a un juego de hoy no se las perdonaría. Pero claro. ¿Cómo justificas 50-60 pavos de exclusivo con una duración de 9 horas? Éste es el principal problema de los juegos narrativos. Necesitan relleno. Otro tipo de juegos a los que me acerco con cuidado son los realistas. Está muy bien que en Assassin

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