Película: Genezis.

Bueno, bueno, bueno. Cada vez que voy al cine tengo que escribir la misma reseña dos veces, una con un corte más "profesional", a modo de deberes para mis clases de crítica de cine, y otra vez aquí, para ti, solo para ti, en ¡Muy Rocambolesco! Reconozco que eso podría hacerlo si no trabajara, pero actualmente me está quemando un poco. No es que sea un mal trabajo, para nada, pero me ocupa muchas, muchas horas, bastantes más de cuarenta a la semana... y no doy para más. Ahora mismo, para mí escribir es casi un lujo.

Por eso, he pensado que, cuando esté hasta arriba o muy cansado, voy a copiar lo que he hecho en 'Orphanik IV' y ponételo aquí. A veces no, como por ejemplo la reseña del nuevo Spiderman, pero en días como hoy... pf, solo la idea de volver a hablaros otra vez de lo mismo pero en otro formato me puede. Y me da rabia, porque esta película está super chula, y no quiero que la cosa se congele y al final no hable de ella.

Por eso, aquí tienes la reseña """de corte profesional""" que hice en Orphanik. Así, la horilla que tengo antes de ir a ver la cabalgata de reyes podré invertirla en escribir sobre otra cosa. Un besi de fresi.

'Genezis', cuando quisieras volver a nacer.


El agua suele tener un significado curativo en el cine. Hundirse en ella es casi como flotar. Desde dentro, todos los sonidos se apagan o mezclan, y, durante unos segundos, hay calma. Soledad, sí, pero calma, sobre todo. No es de extrañar que, cuando la violencia, la tragedia o la incertidumbre rodean a los protagonistas de ‘Genezis’, de Árpád Bogdán, ellos se hunden en el agua, cierran los ojos y, por unos segundos, vuelven al vientre materno, donde solo existían ellos en el mundo.

Esta historia habla sobre las consecuencias de un solo acto violento, vistas desde la perspectiva de tres personajes distintos, ocupando cada uno cuarenta minutos de protagonismo en pantalla, antes de pasar el relevo al siguiente. Sorprendentemente, esto no frena el ritmo. Cada uno tiene su presentación, desarrollo y momento climático, pero al final forman parte de una misma historia más grande, y contada de forma cronológica, hasta que, al final, convergen. Y en el centro de todo, está el nazismo.

Los nazis son malas personas, está claro. Es muy fácil crear un villano que sea malo porque sí y justificar eso poniéndole un uniforme nazi. No es que esta película trate a los nazis como humanos, porque apenas vemos de ellos más allá de la violencia, pero sí humaniza la violencia que se vive. Se fija en las víctimas, y enfatiza la dirección (sobre todo el movimiento de la cámara) en el estado de ánimo que viven en cada momento. La cámara manual, igual que en la ‘Suspiria’ de Guadagnino me molestó, aquí la veo acertada. Sí, es fácil hacer un villano nazi. Lo difícil es mostrarnos las consecuencias de sus actos desde la perspectiva empática de los que les han sufrido, de forma que no solo entendemos que sean malos, sino que, además, lo sentimos.

Esta película llega en buen momento. Justo cuando la xenofobia comienza a crecer en Europa, Estados Unidos y Brasil, esta historia viene a recordarnos las viscerales consecuencias de esos ideales guiados por la lógica, y no por la humanidad: víctimas que desearían hundirse en el agua y no volver a ascender. Nos dice que, de cualquier manera, los encargados de frenar esta ola de odio, con simples acciones cotidianas, somos nosotros. Tú. Yo. Nosotros. Todos.


Carlos Badía Catret

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