Película: El Vicio del Poder.

Reconozco que tenía grandes planes para la reseña de esta película. Más o menos quería hacer algo parecido a lo que ella misma hace, que es romper la cuarta pared, pero requería pensar un poco, y actualmente el poco tiempo que tengo para pensar, quiero invertirlo en los dos ensayos que estoy preparando. Sintiéndolo mucho, voy a copiarte la reseña de Orphanik que publiqué hará un par de semanas. Y esperad lo mismo de las próximas. Últimamente he visto una barbaridad de películas por semanas y no me da tiempo a reseñarlas todas como dios manda.

Un besi de fresi, y espero que te guste.

'El Vicio del Poder', el humor contra nosotros.


Vivimos en un mundo repleto de datos. El poder acaba controlando los medios de comunicación, y por eso la sociedad cada vez se fía menos de lo que se dice por televisión, o en los periódicos. En internet, hay millones de personas opinando y comentando en cientos de miles de páginas, sobre hechos que acaban de suceder hace segundos. En pocos años, internet se ha hecho tan inabarcable que nos es imposible imaginarnos todo lo que hay subido en la red. Versiones de hechos, multimedia, perfiles electrónicos. Datos.

La película comienza con una frase esclarecedora: cada vez se trabaja más y se cobra menos. Y el trabajador, cuando acaba la jornada, cansado, lo último que quiere es reflexionar acerca de este océano de datos. En general, el ser humano ha perdido su confianza en el poder, pero siente que no puede cambiarlo. Hemos aceptado por voluntad propia ser vigilados por cámaras, que los micrófonos de nuestros móviles estén encendidos a nuestra costa para recopilar datos de compra y venta y ofrecernos la publicidad que más nos conviene. La sociedad sabe que está siendo usada, pero está dormida. Lo acepta todo como un mal menor.

McKay es consciente de todo esto. Todas las películas que han retratado los trapos sucios del poder americano no han bastado para que la sociedad despierte, por eso aquí opta por una estrategia más agresiva: abofetear en la cara al espectador, como abofetearía un desesperado a un cuerpo inconsciente cuando necesita que reanime ahora mismo… o todo lo contrario. Puede que McKay se esté riendo de nuestra pasividad.

Y eso lo hace creando una película que es consciente de que es una película.

Un personaje anónimo, que representa al país, a Estados Unidos de América, nos cuenta la historia mientras mira a cámara, e incluso interrumpe a su mujer o a sus hijos para poder seguir contándonos la historia. También lo hace una reportera, que da un noticiero claramente dirigido a la audiencia. A lo largo del metraje hay muchos chistes, la mayoría metaficcionales, que recuerdan al espectador que está viendo una película y que la historia que representa se basa en hechos reales. Cualquier cosa para dar a entender que no se ve solo una película, sino una realidad tenebrosa que se esconde en la intrahistoria de Norteamérica.

Es muy común también el uso de imágenes metafóricas o contextuales. Así, cuando el protagonista, Dick Cheney, está manipulando al futuro presidente Bush para obtener una posición aún más ventajosa, vemos de forma intercalada con la conversación imágenes de un anzuelo, que es el que Bush estaría picando. También, cuando se ordena un ataque aéreo, se suele representar también, para que veamos las consecuencias de las decisiones en un despacho. Y, cuando suceden eventos reales televisados, vemos también los archivos originales que se retransmitieron.

Esto, por desgracia, no siempre ayuda. El montaje es demasiado frenético en algunos puntos, y cuando se manejan tantos nombres, tantas intenciones y dobles intenciones, engaños, puñaladas, encuestas, votaciones y órdenes, lo último que el espectador necesita es una miríada de imágenes. En resumen, a veces es difícil digerir lo que está ocurriendo debido a la intensa cantidad de datos, y no queda otra que recostarse y simplemente dejar que la película siga fluyendo, hasta que uno se vuelve a enganchar. Eso es algo curioso… porque, mientras la película trata de despertarte, o reírse de ti, acaba siendo parte de la marea hipnotizadora de datos. Y esto último acaba emborronando un enfoque original, un trabajo de maquillaje excelente y las actuaciones sobresalientes de Christian Bale, Amy Adams, Steve Carell y Sam Rockwell.

Carlos Badía Catret.

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