Serie: The Mandalorian, temporada 1.


No soy amigo de la nostalgia. Los momentos felices del pasado me hacen sonreír, pero no me gusta reciclarlos, considero que esa magia fue genuina y, por más que la intente imitar, lo único que voy a hacer es eso, imitarla, copiarla, no va a nacer de dentro. En el peor de los casos, la nostalgia nos convierte en zombis en piloto automático que instantáneamente adoran o atacan un producto con el lema "pues porque mi infancia".

Meses después de haberse terminado, esta primera temporada ya la ha visto todo el mundo, y es raro encontrar alguien que no le haya gustado, como el gran crítico de cine Patrick (H) Willems, quien dice que no aporta nada al universo... pero yo discrepo por esta vez. ¿Sabes? La nostalgia y la continuidad están muy relacionadas. De hecho, las dos se esfuerzan por conseguir que algo nuevo se vea igual que lo viejo que lo comenzó todo, pero no podrían ser más diferentes. La nostalgia se centra en crear una sensación familiar y agradable, lanzando un "¿te acuerdas?" a la audiencia constantemente. Por el otro lado, la continuidad busca el por qué de la estética o del tono que inició una saga, busca beber de las mismas fuentes, y en lugar de hacer una historia similar o poner referencias al pasado (¿Abrams?), busca recontextualizar aquello que hizo que lo antiguo nos gustara tanto. Mientras que la nostalgia es cosmética y no aporta nada nuevo, la continuidad busca entrar en nuestra alma con una historia diferente, pero con los mismos valores. No se trata de hacer que los antiguos babeen, sino hacer entender a los jóvenes por qué algo viejo triunfó tanto.


Esta reseña no contiene espóilers sobre detalles concretos, pero sí hablo sobre aspectos generales que podrían arruinar la experiencia a quien quiera verla virgen. ¡Jajajajaja, es broma, todos la han visto ya! Y quien no lo haya hecho, está tardando, incluso si nunca ha visto nada de Star Wars.

El "western" galáctico.


La película original de la saga, Una Nueva Esperanza, habla sobre el viaje del héroe de Luke Skywalker, que de granjero, pasa a piloto supercrack de la Rebelión-muy-purpurina contra el Imperio-muy-maloso. ¿Todo muy chipichipi y brillibrilli? No. Puede que el mensaje sea claramente esperanzador, pero la Star Wars original habla sobre las clases bajas en los planetas marginales de la galaxia, donde el Gobierno Imperial ni siquiera llega y reina una anarquía regida por las mafias y los sindicatos del crimen. De todos los personajes importantes de la película original, sólo Leia tiene cierto pedigrí, porque Luke es un granjero que evita las mafias en Tatooine, Han Solo y Chewbacca son contrabandistas buscados por dichas mafias, y Obi-Wan es un ermitaño que vive en unas montañas repletas de bandidos. La escena de la cantina es tan buena, más allá de los efectos y la sorpresa de ver tanto bicho, por mostrarnos de dos vistazos el ecosistema entre los marginales, los olvidados de la Galaxia. ¡La peli ni siquiera empieza con Luke! Durante los 16 primeros minutos, seguimos la aventura de los droides, que pasan de huir en una batalla a ser vendidos por unos chatarreros, los jawas, gitanos espaciales.


Star Wars se alejó de este modelo con las respectivas secuelas, incluso cuando los protagonistas, ya con renombre, se pusieron a negociar malamente con un capo de la mafia de Tatooine. Pero no nos engañemos, más allá de la Fuerza y los jedis, Star Wars va sobre cómo prosperar en una galaxia caótica, sucia y, aunque no lo parezca, opresiva.

¡Te presento los westerns!


Este subgénero es perfecto para narrar las aventuras de un cazarrecompensas atormentado, como nuestro protagonista Mando. Los güesterns tienen una estética cruda y sucia, donde no hay lujos, sólo cosas funcionales, y suelen ir de un aventurero que llega a un pueblo donde hay un problema que debe resolver. Del mismo modo, Mando sólo gasta el dinero de sus capturas en armas, armadura y reparaciones para su nave, las únicas tres cosas que necesita para trabajar. Viaja a distintos planetas, bien para cazar presas o para huir con su nuevo protegido, allí se encontrará con un problema, y tendrá que interactuar con las gentes de allí para resolverlo. Especialmente en el 4º capítulo, que emula Los Siete Samuráis, reconvertida en Los Siete Magníficos, página por página.

Te habrás fijado que cada capítulo es una aventura aparte. Me encantó que hicieran eso, dan la sensación de que pasa más tiempo y podemos conocer mejor al protagonista, al verle metido cada vez en una mierda distinta, y, al mismo tiempo, cada pequeña aventura (salvo 2 capítulos) construye poco a poco hacia el clímax de la historia. Sobre esto, tengo que felicitar al equipo de directores por mantener el tono constante, sobre todo a Deborah Chow y Taika Waititi, una por crear situaciones muy poderosas, y el otro por ser el más chisposo del equipo. E incluso esos 2 capítulos que no aportan directamente al clímax de la historia tienen algo interesante que contar, sobre todo el de Rick Famuyiwa, inspirado en Alien: el octavo pasajero... donde el alien somos nosotros.


Una pena que la gente sólo se fije en lo que pasa, y no en cómo pasa.

Pero bueno, es ¿¿sólo?? una serie.


Los tiempos cambian. Internet ha supuesto una sacudida en el mundo del cine, en el que las producciones pequeñas se están moviendo poco a poco a las plataformas digitales, donde parece que apetecen más, y el cine ha quedado reservado para las sagas grandes en las que, si no acudes al estreno, te comes el espóiler. Juego de Tronos demostró que series con gran presupuesto pueden mover más dinero que muchas películas juntas, y como ahora consumimos casi todo desde casa, los grandes estudios se han dado cuenta de que lo que más vende son los personajes que te importan, da igual el medio. Ahora las series ya no son pequeñas, beibi. Y se toman en serio.

No hay pantalla verde: el entorno fantástico está captado directamente en cámara.

¡Y tan en serio! Es muy posible que la forma en la que se ha rodado, que creo que no tiene precedente, vaya a cambiar para siempre la industria del cine. ¿CGI? ¿Captura de movimiento? ¡Hasta la vista, perras! El próximo gran paso es implementar la tecnología de videojuegos, crear entornos 3D y hacer que se proyecten en las paredes, en lugar de ser pantallas verdes. Según se mueven las cámaras, el entorno de estas paredes también cambia, acorde, en tiempo real. Esto, sumado al uso de efectos prácticos, es lo que hace la magia. ¿Baby Yoda? El puto niño es real, es una marioneta manejada por 4 tíos al mismo tiempo, tan real que los directores solían mirar al monigote a la hora de darle instrucciones, en lugar del hombre que le manejaba detrás. Muchos trabajadores solían coger en sus brazos a la criatura en los descansos, y hablarla como si estuviese viva. También, casi todos los alienígenas que aparecen son personas maquilladas. Este uso de los efectos prácticos, sumando que el paisaje está proyectado detrás de ellos y el uso del "stop motion" en algunos seres, relega el CGI a esconder a los marionetistas, pulir y completar partes del entorno, y crear personajes desde la base real que ya se había construido. Es sorprendente cómo tantas técnicas diferentes pueden amalgamarse tan bien cuando sabes qué es lo que quieres, y eso es crédito de Jon Favreau.

A parte de los efectos, algo que ayuda mucho en la inmersión del espectador es una buena banda sonora. Ludwig Göransson consigue lo que hasta ahora nadie había conseguido: una música de Star Wars diferente a la fanfarria de Williams, que cuadre dentro de este universo, y que sea fácil de recordar. ¿Y por qué no he visto a casi nadie valorar el trabajazo de Joseph Porro (gran nombre) con el pedazo vestuario? ¿Acaso hay algo más guay en este planeta que la armadura de la mandaloriana herrera?


Todo lo que he dicho hasta ahora está potenciado por un buen guión. Es simple, ¿pero eso es malo? No necesitamos algo complejo para que sea relevante y que nos gusten sus personajes. Baby Yoda no dice una sola palabra y su origen no está claro, y es uno de los favoritos, y Mando es un protagonista al que no se le ve la cara. Éste tiene el mismo viaje del héroe que Luke Skywalker, pero creo que está mejor conseguido. ¿Verías a un cazarrecompesas ejerciendo de padre? ¿O tolerando a un ser cuya especie asesinó a sus padres? Sí, esta serie aporta al universo Star Wars, le da profundidad, lo hace más grande y nos da muy buenos personajes. Por si fuera poco, introduce a mucha gente a la cultura mandaloriana, la más interesante de lejos de toda la saga. ¿Quieres una buena introducción? No necesitas 20 minutos de tochaco expositivo para que te quede todo claro... si no te has dormido encima del cuenco de cereales.
"Éste es el camino".
No necesitas escuchar más para saber que estás ante una cultura diferente, una que rechaza mostrar su rostro ante cualquier mortal, y que valora el código de conducta por encima de la raza y la ideología de quien lo siga. Una versión radicalizada de los mandalorianos de The Clone Wars, sin duda debido al exterminio de su pueblo por parte de un Imperio que ya ha caído. Y yo quiero saber más. Y tú también. Se vienen grandes personajes a la temporada 2, y lo único que les pido a Favreau, Chow y Waititi es que sigan centrándose en historias pequeñas, que sigan aportando cosas nuevas a este universo, en lugar de sacrificar calidad por nostalgia barata. De todos, especialmente a Waititi, que con su chispa estoy muy muy seguro de que va a dirigir una próxima gran película de Star Wars.

Puede que ahora mismo la saga esté en las mejores manos.

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