Los idiotas me dan miedo.


Tuve la suerte de ir a un campamento de verano en el que coincidí con tres MENAs. Dos de ellos eran españoles, y la otra era polaca. Para ellos, lo más preocupante era saber que, dentro de dos años por aquel entonces, en el momento en el que fueran mayores de edad, les pondrían de patitas en la calle. No supe de dos de ellos, pero me alegra saber que al menos uno logró labrarse un futuro y vivir con su tía, ayudándola con un trabajo. No sé por qué no vivía con su madre, porque me consta que ella le quería, pero para ella era imposible mantenerle.

Vox sabe perfectamente que 4 de cada 5 menores no acompañados son españoles, por mera cuestión de lógica: un menor que pone el pie en costas españolas sin sus padres es, o porque los padres lo han arriesgado todo para que al menos él encuentre un futuro, o porque ellos han muerto durante el viaje. Sea como sea, el menor está solo, y no siempre cae un trabajo honrado del cielo. Dímelo a mí, que trabajo en una ETT sin garantías de renovación después de 6 meses buscando trabajo incansablemente.


El asunto de los MENAs es estúpido, no se sostiene y cualquier dato que se arroja deja aún más en evidencia la xenofobia y clasismo de gente rica con muy pocas ganas de tolerar a nadie diferente ni pobre. Un miedo al extranjero patológico, todo mentiras, pero mentiras que a mucha gente le viene bien creer, gente que, sorprendentemente, también es obrera. ¿Obreros votando a Vox? Hace falta mucha bilis, mucha ira convertida en patriotismo, reverencia a una época pasada que es pasada por una razón. Es miedo a lo nuevo, a lo diferente, son ganas de negar que la vida es continuo cambio, pero es absurdo. La vida se abre paso, y quienes no quieren avanzar, lo hacen a costa de los jóvenes.

Los políticos de Vox son unos impresentables, pero tienen un equipo de márketing bueno, frío y calculador, como un psicópata con talento, y usan información falsa para agitar el avispero. Y la gente tiene ganas de calentarse los puños. Son unos maestros usando las redes sociales como unos impresentables, y usan esa impresentabilidad como excusa ante la oleada de corrección política y justicia social de los grupos de izquierda.

Porque no, no voy a hablar sólo sobre Vox.


Hace nada, vi un capítulo de Futurama en el que Leonardo da Vinci, el genio, en realidad era el alienígena más tonto de su planeta, y se fue a la Tierra para sentirse superior. Da Vinci, ya en su planeta y harto de que se rieran de él, llegó a crear con ayuda de Fry una máquina para matar a todos los de su planeta. Algo que a Fry, en cuanto se enteró, le pareció feo.

Te cuento ésto porque ese da Vinci me recuerda mucho a las minorías oprimidas. Cuando uno pasa tanto tiempo sintiéndose rechazado, aprovecha cualquier ventaja para vengarse de todos y obligarles a pasar por el aro, es el proceso por el que se crean muchos abusones escolares. Pero éso está feo. Y el hecho de que alguien se haya sentido rechazado en el pasado me es lo mismo a la hora de juzgarle como gilipollas.


Voy al grano, estoy harto de la comunidad trans. Ningún trans me ha ofendido directamente, pero he conocido a unos cuantos y a bastantes más mujeres afines a su movimiento. Y, si bien no he conocido a ningún trans con ideas maduras, las simpatizantes rozan la subnormalidad sectaria.
"Yo antes era tránsfoba, pero cambié."

"Si rechazas a una chica con pene siendo chico heterosexual, estás siendo tránsfobo porque le estás reduciendo a su pene."

"Si rechazas a una gorda o a una negra por ser gorda o negra, estás siendo gordófobo y racista."

Llega un momento en el que mi corazón dice basta. Es muy fácil saber cuándo una persona habla de forma sana, o cuándo hablan su baja autoestima y su miedo al rechazo. Una persona sana, que no siente odio hacia un tema, lo contextualiza y lo lleva a un terreno positivo, a uno en el que, si una persona piensa diferente, es por algo. No por la cultura. No por imposiciones. Cuando digo que si piensa diferente es por algo, me refiero a algo literalmente tan importante como lo que a ti te ha hecho pensar como piensas. Una persona que habla desde el miedo utiliza una lógica rígida, ¡y la realidad no es rígida!, por éso no funciona. Como hablar de los inmigrantes con miedo, acusándoles de delinquir más que cualquier español, pero ah amigo, es que los españoles vivimos en España, en un lugar que, a no ser que seas del 80% de MENAs españoles, vives con tus padres y protegido.


Hace poco me han vuelto a llamar, otra vez, tránsfobo, otra persona, pero el mismo motivo. Resulta que, para las simpatizantes trans (y digo las porque ningún hombre me ha dicho barbaridades todavía), si tienes química con una chica monísima, vas a acostarte con ella y tiene un buen penardo entre pata y pata, te lo tienes que follar como si no pasara nada, porque las personas somos más que nuestro sexo. Sí, claro, somos más que nuestro sexo, pero querida, déjame recordarte que, para el acto SEXual, el SEXo es bastante importante.

Y es que es éso. Te llaman gordófobo (palabra ridícula, mezclando español con griego) por rechazar una gorda porque es éso, gorda, como si ahora resulta que nos tuvieran que gustar las gordas porque ellas, ahora que tienen ventaja táctica, han construido una máquina para vengarse, como da Vinci. Y la realidad es que, no es mi caso, pero si alguien no le pone en absoluto una persona asiática, no es racista por rechazarla, porque somos más que la raza, pero la raza juega un papel en la atracción sexual. Si a una persona justamente sólo le atraen asiáticas, tampoco está siendo racista. No hay olorófobas porque no les ponga un tío que huele a pies. No hay trans tránsfobos por rechazar a una tía con pene, si a ese trans le molan sólo las tías con coño. SON SUS PUTOS GUSTOS. NO ESTÁ MARGINANDO A NADIE.


Sin embargo, si el movimiento dice mentiras, los borregos las repiten. Son fácilmente desmontables, pero ellos no escuchan, porque les interesa creerlas. Tontos que no son capaces de juntar dos más dos y sólo recitan lo que ponga en el argumentario que hayan escrito unos niñatos de mamá que no han abandonado la mansión en su vida o unas mujeres con más pelo en el sobaco que en la cabeza.

La realidad, dentro del muro, es bien distinta. Cuando a alguien no les gustan las gordas porque le parezcan desagradables, se respeta como un gusto. Y cuando a alguien sólo le gusta acostarse con personas no-cis porque es lo que le excita, se le respeta. También vemos a ese vecino, que sólo había salido con rubias, perdidamente enamorado de una negra. Más allá del muro, las praderas de la isla están infestadas de obreros de voto verde y activistas por la tolerancia intolerantes, de máquinas de da Vinci, de mentiras sobre menas y de creencias de que, si no perteneces a su colectivo, sea feminista, sea trans o por la integridad de España, estás en contra de ellos.

Toda esa gente me da miedo. No porque sean ninguna amenaza, cualquiera puede caer fácil en un debate, sino porque son muchos, son demasiados. Y es doloroso ver cómo algunos de ellos se encuentran en tus círculos, e incluso a algunos, después de años de amistad, les has tenido que echar por la salida de emergencia.

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