Serie: Watchmen.


La novela gráfica Watchmen, publicada en 1986 de la mano de Alan Moore, es una deconstrucción de la figura del superhéroe muy difícil de reseñar, debido a sus capas de profundidad. Es una crítica, en general, a la propia figura del superhéroe, que es humana e imperfecta ante todo, y también es una crítica a los que venden y consumen mercadotecnia a raíz de sus actos. También es una crítica social, también una individual a sus protagonistas, los cuales son solución pero también generaron este problema, junto a la estupidez social.

¿Qué hubiera pasado si EEUU hubiera ganado la guerra de Vietnam, gracias a contar con un superhéroe de poderes reales que puede transformar la materia en lo que a él le plazca? Así arranca la novela gráfica, en la que se cuenta la escalada de tensión entre EEUU y Rusia y captan el miedo que había entonces a que soltaran su arsenal nuclear y acabaran con el mundo. En el clímax de la historia, la humanidad no revienta, pero la solución no fue bonita. Los héroes presenciaron todo, supieron todo, y, aún así, callaron. El único que estuvo dispuesto hablar, el único realmente heroico, en los términos rígidos de lo que entendemos por un héroe, fue un cabrón fascista y todos los ista negativos del diccionario. Ya dije, es una obra con muchas capas.


Con esta premisa, la reciente serie Watchmen de HBO es una secuela de los hechos que ocurrieron en 1985 y sacudieron su realidad alternativa, y su objetivo no sólo es continuar la historia y estar a la altura, sino recontextualizar un poco los hechos pasados, ser una crítica actualizada de nuestros tiempos y ofrecer un nuevo final para la historia. Aunque nada termine jamás.

El gran acierto de esta serie es que no es grandilocuente ni más grande sólo por el hecho de ser más moderna; es una historia reducida de 9 capítulos que narra lo que le ocurren a un puñado de personajes, y prácticamente todo ocurre en Tulsa, una ciudad en Oklahoma. Al parecer, hay mucho racista en Oklahoma, y la crítica social toca varios palos, sobre todo el del racismo, tema de mucha actualidad, sabiendo que pocos meses después de finalizar la serie asesinaron a George Floyd de forma humillante. Sin embargo, la crítica apenas toca el tema de los justicieros, que al parecer ahora pertenecen a la policía, y más bien parece que el hecho de que sean justicieros es sólo una excusa, una cuestión de continuidad, pero la historia que se cuenta no tiene nada que ver con su rol en la sociedad. Podrían haber sido polis normales.


Y sobre la historia y el guión, paremos un segundo. Damon Lindelof es un buen guionista, un poco irregular, contratado muchas veces para repasar el guión de otra persona y... no siempre para mejorarlo. Él escribió Perdidos, y para muchos, aunque para mí no sea para tanto, arruinó Prometheus. Por éso, que fuera el cabecilla de este proyecto tenía a más de uno con la mosca detrás de la oreja. Tenía una idea para continuar la Watchmen original, y ole sus huevardos, era una buena idea y lo hizo bien. Es un buen guión en el que todo está conectado y todo está ahí por algo, muy refinado.

No obstante, no hay un tema que una a los personajes y acabe de atar todo, salvo uno metafórico cogido con pincitas, y algún símbolo aquí y allá que no acaba de ser muy concreto. Además, muchos personajes importantes en el segundo acto sólo están en el tercero de cuerpo presente. Nada puede ser perfecto, aún así, las sensaciones al final son muy satisfactorias.


De todos modos, un buen guión no es nada si no le acompaña una buena cinematografía. Qué barbaro, creo que es lo mejor de la serie. Es tan estimulante cuando, además de que lo que ocurra sea bueno, la forma de hacerlo sea creativa. Desde tonterías como enfocar unos cereales con una cara sonriente y empezar con la cámara torcida para que veamos la cara sonriente de la novela gráfica, pasando porque la cámara se mueva a lo largo del espacio y nos muestre planos interesantes, como el juego que hace continuamente con los espejos. La cámara no se conforma con hacer un plano y un contraplano para contar su historia, quiere más.

También destaco el uso que se hace de los recuerdos y los momentos oníricos, cómo juegan con lo que es real y lo que no. Los flashbacks también están bien tirados y no sólo hay una justificación dentro del guión, sino que la última imagen de la escena anterior enlaza a nivel visual con la primera imagen del flashback. Éso sí, algunos flashbacks cerca del final cortan el ritmo. ¿Y las transiciones? ¡Lo mejor! Personalmente soy un tremendo fan de las transiciones entre una escena y otra, y aquí te enseño algunos ejemplos para que veas a lo que me refiero.


Me ENCANTAN estas mierdas.

Series y películas tienen que ser entretenidas de ver, además de que lo que ocurra sea interesante. No sólo es un reto para el artista, también tiene que serlo para el espectador, que cuando la ve por primera vez se entera, y cuando la ve por segunda vez encuentra detalles nuevos en la historia y en la forma en la que han rodado esas imágenes. Hablamos de una serie comercial, que no tiene tantas capas como la novela gráfica, pero que sabe producir diferentes sensaciones a lo largo de su recorrido, tan variadas como su música, que entiende la obra original y sugiere un nuevo rumbo acorde con los tiempos actuales.

Porque ésa es otra, los tiempos han cambiado desde 1985. Internet ha hecho que perdamos la inocencia y que la información, incluso la más cruda o desengañada, pierda impacto. No vemos las cosas con el mismo romanticismo y creemos que algunas cosas han mejorado, sí, pero otras muchas siguen exactamente igual que siempre... como el racismo. ¿Cómo vencer esa lacra, que parece contaminar a las élites blancas a las que no les interesa que los tiempos cambien? No creo que una persona millonaria se ponga ahora a construir un desintegrador de racistas, pero de lo malo que ellos hacen, del dolor que producen, podemos adquirir conciencia y hacer por fin algo bueno con el poder que se nos ha otorgado, sea el de una persona normal o el del Doctor Manhattan.

Emh... sí. Y un besi de fresi.

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