Viajando: Granada.


Originalmente, en esta sección iba a contaros mis impresiones al visitar un país distinto de España y comentar diferencias y parecidos, pero luego vino el coronavirus e hizo difícil éso de viajar al extranjero, y además, me quedé pobre. Ya sabes que pasar hambre te vuelve listo, por lo que reflexioné un poco: a parte de tener un sistema educativo diferente, ¿qué diferencia puede haber entre una persona española cerca del sur de los Pirineos, y una francesa al norte?

En realidad, una mínima distancia ya significa un cambio de los recursos y por lo tanto un cambio de la cultura, por lo que viajar, siempre que se haga con la intención de aprender y enriquecerse, siempre va a poder hacerse aunque sólo nos movamos 100km dentro de nuestro territorio nacional, más aún con España, que es probablemente el país occidental con más diversidad de culturas. Y yo no puedo ser objetivo con Madrid y la Comunidad Valenciana, mis dos casas, pero sí puedo serlo con el resto de comunidades. Andalucía es muy grande, pero como nunca vi su mitad derecha, decidí abordar con un amigo la ciudad de Granada.



Para mí, la cultura andaluza se me hace cercana y extraña al mismo tiempo. Tiene un toque amable y pillo, es cálida y abierta, por lo que crees conocerla rápido, pero por dentro tiene muchas capas que se guarda. Al ser una comunidad muy centrada en la tierra y el cultivo, hay costumbre de levantarse antes de que aparezca el sol, para acabar el trabajo rápido y hacer la siesta cuando todos los demás hacen vida normal. En general son tranquilos, y así como en la Comunidad Valenciana empiezas a ver más macarritas con motos trucadas conforme nos vamos acercando a la playa, allí, quitando de otras grandes ciudades costeras que no conozco porque no he visitado, no son tan salvajes. No hay tanto ruido como en las remembers de la Ruta del Bacalao.

Un símbolo muy frecuente en sus edificios.

Allí son más de ser el más avispado, el más lanzado y artista, más regalar los oídos y menos destrozarlos con el unga-unga de las moticos flamas, por éso les encaja tanto el flamenco, es ése mismo principio y filosofía.

Y en Granada hay mucho flamenco. En las plazas se suelen dar espectáculos improvisados de grupos que dan ambiente a las terrazas a cambio de alguna que otra propina, a los turistas les gusta porque es distintivo de esta región, a las terrazas les ocupan más sillas, y todos contentos. Y, de hecho, en el barrio Sacromonte vimos algunos bares que ofrecían espectáculos de este tipo. No soy un gran fan de este género musical, pero allá donde fueres, haz lo que vieres. Así que a disfrutar de tablaos, bailes y llantos cantados. Leche, si uno de esos grupos pilló por banda a una vendedora de la Once y ella se puso a bailar la canción entera, de cásual.

Sacromonte.


La Alhambra a la izquierda, Sacromonte a la derecha, y en el centro, chiquita, la catedral.

Tengo que decir que, en la ciudad, sólo visitamos tres zonas de forma minuciosa: el centro, el barrio de Albaicín, y Sacromonte. No, no vimos La Alhambra. Sí que dimos un paseíto por el extrarradio norte y otro por el sur, pero nos pareció todo muy igual, una ciudad con gracia y buen gusto, con calles anchas, pero echamos en falta parques y verde, en general. Echamos en falta el verde hasta en Sacromonte, que más que un barrio es una montaña con cuatro casas-cueva puestas con cierta gracia, pero bueno, a lo mejor en primavera hay algo más que matorral seco e higos chumbos.

Chistaco a parte, Sacromonte me pareció bien re-feo, pero es muy distinto al resto de la ciudad, con un toque primitivo en el buen sentido. Pero qué puedo decir, si al ladito tienes el barrio de Albaicín y las comparaciones son odiosas. Albaicín es civilizado pero tiene encanto, antiguo pero no incómodo, estrecho pero con paredes blancas que nunca agobian. Tiene cuestas sinuosas, buenas vistas, edificios bonitos, ambiente de pueblo a 15 minutos caminando del centro. He oído rumores sobre mala gente rondando ese barrio, y es comprensible, porque es el lugar perfecto para hacer chanchullos, pero siempre que recorrimos sus calles, y lo hicimos mucho en comparación al resto de zonas (sobre todo de noche), siempre, siempre me sentí seguro.

Albaicín.


Respecto al centro de la ciudad, tengo que decir que me gustó más que el centro de Madrid. No sé, decid las maravillas que queráis sobre la capital, pero al final siempre es muy gris, y Granada es mucho más ocre, tiene más vida y encanto, es más cambiante. Estás en la plaza del Ayuntamiento, muy similar a la de Madrid, y dos minutos después estás en los pasadizos del mercadillo musulmán que hay junto a la catedral. En la calle Calderería Nueva, también a dos minutos, tomé un té egipcio original, y fumamos una cachimba que nos acabó de subir el pedo hasta la Luna, y en ningún momento nos pareció estar en España. Lástima que fuéramos un finde de puente y estuviera todo a rebosar de turistas como nosotros. Dios, yo creo que no vi un solo granadino en todo el centro.



Aunque en cómputo global creo que Córdoba es más espectacular (y algún día quizá os hable de ella), Granada en general no decepciona en ningún momento, salvo sus tapas. Mira que la ciudad tiene famita de poner tapas,
"¡Uaaaaau, te pides tres cañas y ya has cenado, jojó!",
mentira, mentira desgraciada y cochina. Sólo hay tres calles en el centro que te pongan tapas decentes, están juntas y se petan en lo que te acabas de tirar ese pedo tímido que no acaba de salir. ¿Fuera de esas tres calles? Unas patatas fritas y demasiao. Es increíble cómo cualquier bar de mala muerte de Madrid te puede poner una tapa igual o mejor, y yo en las terrazas de mi barrio tengo mejores tapas que las de una ciudad que precisamente tiene fama de éso. Ahora, lo que es cocinar, cocinan bien los cabrones.



Pero no sólo vimos la ciudad. Una de las ventajas de viajar con amigos fitness es que puedes programar con ellos rutas de 15 kilometracos por la montaña en el principio de Sierra Nevada, la Ruta de los Cahorros, que es bastante conocida. Verás, de esta ruta sólo merece la pena el segundo tercio, que es cuando por fin tocamos la sierra y nos alejamos de la civilización, pero escucha, esas montañas son mejores cuanto más te alejas del camino. ¿Una telaraña gigante presidida por una araña grande como mi mano? Presente. ¿Una cuevita oculta en la ladera por una pequeña cascada del agua que se filtra de arriba? Dale. Qué gusto da alejarse de las putas construcciones humanas.


Advertencia: puedes encontrar avispas fuera de Granada. La foto la tomó mi amigo, yo ni de coña me acerco así a una.


El senderismo en sí y el contraste respecto a la ciudad no es lo más destacable para mí, porque en el norte de Madrid tienes lo mismo, pero lo que más me llamó la atención fue que, el pueblo en el que pasamos la noche, de mucha cultura camper como nosotros, era un pueblo que parecía pueblo, a tan sólo 15 minutos en coche de la ciudad. Como si en Collado Villalba desalojaran a todos los pijomierdas y pusieran un solar para aparcar furgonetas. Y no sé qué tal andará Granada de "señoritos", pero pijomierdas allí sólo vi a los turistas. Un besi de fresi con mucho salero. Olé.

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