La tensión narrativa y el flow de la historia.


Tensión. Es lo que hay cuando te encuentras en el metro a una persona que hace mucho que no ves, pero, ahora que os habéis topado, tienes que saludarle y preguntarle por su vida. Es lo que hay cuando una manifestación se ha convertido en el campo de desahogo de los matones antidisturbios. Lo que sientes antes de saber una nota importa de un examen, o los chispazos que hay en las miradas de dos personas que quieren follar. La tensión es la salsa de la vida y de las historias, pero como con cualquier salsa, si te pasas, puedes saturar y cansar a cualquiera.

Por eso, cuando contemos historias navegaremos a través de su flow, que es un término que nadie usa para una historia, pero seguro que me has captado perfectamente. Cada una tiene su propio ritmo, dependiendo de si quieres hacer reír o mantener a tu audiencia comiéndose las uñas, y no voy a darte aquí la quintaesencia de la vida, pero sí a darte unos consejos para que tu flow, al menos, sea sanote e interesante.

¿Qué haces ahí parado? ¿Comenzamos o qué?

Tensión narrativa.


Un libro o película puede ser malísimo y lleno de topicazos, que igualmente tendrá su público. Leche, si algo aprendimos de The Room es que una mala película puede ser buenísima con la compañía y la droga adecuada. Hasta yo me gocé Mamma Mia! cuando a cada momento incómodo debíamos beber un chupito. Lo peor es cuando, ni buena ni mala, esa historia no te genera ningún sentimiento, y es aburrida para la audiencia. Aburrir es lo peor que te puede pasar.

Por ésto, es importante que tu historia tenga tensión, sobre qué carajos va a pasar, o sobre si un hecho inminente pasará o no. Lo más básico para hacerlo entretenido es entender que cualquier historia relevante tiene problemas relevantes, y no sólo eso, tienes que hacer entender a la audiencia por qué son relevantes. En The Mandalorian asocian pronto a Baby Yoda con la bolita de la palanca de cambios de la nave, y, durante toda la serie, esa bola de metal ha simbolizado la conciencia de Mando y su paternidad. Y en El coronel no tiene quien le escriba, del genio García Márquez, el coronel no quiere sacrificar o vender a su gallo, lo único que hoy le daría de comer, porque le recuerda demasiado al hijo que acaba de perder. Una bola o un gallo no parecen importantes, pero cuando hacemos entender a la audiencia por qué para Mando o el coronel lo son, pasa a serlo también para nosotros, porque la paternidad es algo por lo que merece la pena luchar. Si ambos simbolizaran el sándwich del almuerzo, ¿por qué iba a importarnos?


Un error de escritor novato es basar gran parte de la tensión de la historia en si los protagonistas acabarán juntos o no. Tengo pendiente hablar sobre los muchos vicios del género de romance, pero por ahora diré que el romance debe ser un complemento, no la atracción principal. Vamos a soñar en grande, ¿sí? No nos cortemos con los peligros que pueden suceder, y hagamos que muchos sucedan, seamos violentamente creativos. Hay una tendencia general a no lesionar ni mutilar a nuestros personajes, y eso es un error. Herirles gravemente va a hacer que puedan moverse menos, sean más frágiles, más valientes por enfrentarse igualmente a la amenaza, y les hará ser más listos. Todo lo que acabo de decir gusta a la audiencia.

Por otro lado, subir el volumen del peligro no significa ponernos más intensos. Que un hecho haya sido impactante o doloroso no significa que tengamos que recordarlo continuamente, pero sí está bien que, a raíz de un pensamiento, un objeto o un olor, hagamos surgir una imagen que nos recuerde lo que el protagonista ha perdido, de vez en cuando. Sutilmente.


Por último, esta tensión no puede ser vacía. Si hay promesa de un gran peligro, es necesario que ese peligro suceda en gran parte, aunque se logre evitar lo más gordo. Está bien salir airoso después de esconderte de los malos, pero no puede ser la tónica general. Cada momento tenso debe tener un propósito: podemos tener un primer vistazo a lo amenazadores que son los malos mientras estamos escondidos, por ejemplo, pero si volvemos a escondernos y terminamos igual, ¿para qué meter esa escena? Cada escena de acción debe tener una consecuencia irremediable y si repetimos una situación, debe ser para mostrar el cambio en nuestros personajes (y pasará algo distinto).

Tampoco caigas demasiado en la trampa de la sorpresa. Un momento inesperado está genial, pero recomiendo que en los momentos de más importancia, la audiencia sepa perfectamente qué debería suceder. Guardarse cartas en la manga comunica a la audiencia que todo va a estar bajo control (ya que se usarán esas cartas), mientras que ser transparente le va a generar la idea inconsciente de que algo, por cojones, se va a torcer. Lo que más nos interesa es que la audiencia tenga una idea clara de qué podría pasar, pero no tenga ni idea de lo que va a suceder de verdad. Esta sensación le va a generar continuas ganas de querer avanzar, y al mismo tiempo, al hacer apuestas sobre los posibles resultados de la escena, se involucra más y no se siente perdido o a tu merced.

Vamos a ver cómo utilizar esta herramienta.

El flow, el "mojo" de la historia.


Vamos a dividir todas nuestras posibles escenas en dos grupos: tensas y calmadas. En el grupo de las que generan tensión, tenemos las escenas de acción clásicas, la confrontación no violenta entre dos personajes, momentos de decisiones importantes y acciones que haya que hacer a contrarreloj. En el grupo de las que nos tranquilizan, estarían las charlas amistosas entre personajes, las presentaciones y los trasfondos de éstos, reflexiones del narrador y los momentos de duelo, de recargar pilas o de descubrir cosas nuevas.

Ya sabes que demasiada tensión o calma seguida acaban desconectando al espectador, pero podemos combinar distintos tipos. El duelo final de Piratas del Caribe: La maldición del hombre muerto es excesivamente largo y sólo son 3 tipos chocando las espadas, pero, cuando empezamos a cansarnos, trepan un edificio y empiezan a pelear en una rueda de molino que gira por toda la isla, y, mientras sucede ésto, la chica tiene sus propios problemas para mantener el cofre a salvo. La tensión por el duelo se convierte en diversión, y trasladamos la tensión a la chica, que corría un peligro diferente que los pibes.

De la misma forma, hay escenas calmadas que pueden combinarse con otras iguales porque avanzan directamente la trama, o aportan revelaciones importantes.


Aquí hay que usar el sentido común y la experiencia. Cada historia tiene un ritmo natural que desea contarse, un flow, uno que conoces desde el momento en el que se te ocurre esta historia. Peeeero a veces hace falta tratarlo. Algunas veces nuestra historia requerirá de un coñazo de introducción, por lo que nos interesará empezar desde más adelante, en la escena de acción de turno, y luego contar cómo hemos llegado aquí. Otras veces, en tu historia "en bruto" habrá varias escenas seguidas de exposición, o, como ocurrió en Eternos, tenemos 5 ó 6 reacciones distintas a lo mismo, cada una hecha por un individuo.

Cuando eso ocurra, recorta. Comprime las exposiciones a una sola, y arregla la historia para que pueda ser posible. A veces será imposible recortar, pero podemos apañárnoslas para cambiar el orden de las escenas. No puedes repetir dos escenas con la misma conclusión... por eso no me gustó mucho Infinity War, por hacerlo hasta 4 veces. Lo hemos pillado, quieres demasiado a tu familiar como para no entregar la gema. HA QUEDADO CLARO.


Una historia con buen flow cambia constantemente de una dinámica a otra, manteniéndose siempre coherente con lo que sucede. Cuando digo "dinámica", me refiero a que si Rey resuelve ella sola todos sus problemas y los de los demás en El despertar de la Fuerza, se va a acabar convirtiendo en un personaje aburrido. Un personaje completo muestra fortaleza, valor y superación, pero también vulnerabilidad, tristeza, cabezonería o fracaso. Si fueran prismas, aprovechemos las diferentes escenas para mostrar una cara distinta de cada uno, en lugar de ser "el hacker listo" o "la chica guapa y tonta que a veces te sorprende".

Si hacemos un repaso a las 3 claves que te he dicho, son:
  • Intercalar entre tenso y calmado
  • No repetir dos situaciones iguales
  • Que cada escena muestre una cara diferente de cada personaje

Pero lo más importante, al final, es que recuerdes que aunque hemos retocado el flow natural de la historia para entretener mejor, es la historia la que nos va a pedir la próxima escena. Después de una derrota con muerte importante, el cuerpo pide tranquilidad para asimilar lo que acaba de pasar. Después de un montaje de planificación, la historia nos pide saltar a la acción, no sin antes frenar un poco al borde del precipicio para asimilar que sí, que estamos ya aquí y vamos a saltar. Leche, si se hace un plan para algo que no es demasiado importante, hasta es posible que el cuerpo nos pida intercalar la planificación con la acción en sí. Y una vez narré una escena de acción como si fuera una escena calmada para representar que el protagonista ya estaba colapsado de tanta acción y su cabeza necesitaba desconectar.

Al final, tiene que ser la misma montaña rusa para el espectador como para el protagonista, y mientras escribimos, nosotros somos conscientes de todos los desniveles que está habiendo. Escucha a tu historia y hazte un planograma, escribe el resumen de su primera escena, luego la escena siguiente necesaria, luego la próxima necesaria. Con ese acordeón podrás ver los puntos que no cuadran para cambiarlos, para recortar o para añadir alguno que eches de menos. Si tienes claro el mensaje que quieres transmitir, balancearte entre distintas fases de tu mensaje va a ser mucho más intuitivo de lo que parece. ¡Un besi de fresi!

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