"Sin ti no soy nada".
Pero bueno, ¿qué tal ha ido? Yo he vivido una montaña rusa de emociones que me ha tenido absorbido, ¿y tú? Después de un buen tiempo apartadito de la escrituración, era hora de afrontar-abordar-señalar-sacar a relucir un tema en el que llevo pensando durante meses. Es lo típico que estás to tirao jugando una partida al Candy Crush Multisugar Ultra-rush Chocolate Bonus y escuchas la tele de fondo, en ese momento de la peli tan emotivo en el que el chico hace parar un aeropuerto entero para hacer salir a la chica que le gusta y arrodillarse delante de todos mientras dice
"Cárolain, me he portado como un capullo, ¿pero querrías casarte conmigo? Ahora he entendido que sin ti no soy nada".
Ay, pero qué tierno, ¿verdad? Pues no, se acaban de conocer, qué coño están haciendo. Este asunto me da repelús y, aunque ya sé que medio mundo opina como yo, no está de más volver a hablar sobre una de las redflags más extendidas y aplaudidas de los años 90s y que todavía sigue viéndose hoy.
Empecemos por el principio, supongo. Por más que reneguemos, somos hijos de nuestros padres, y nuestros padres se criaron con una cultura en la que lo más normal era casarse a los veintipocos y comenzar una familia que, si triunfa, durará toda la vida. Fíjate cómo estarían de zumbados que hasta los divorcios lo veían como el fracaso de la relación. ¡Coño, si los dos son dañinos para el otro, ¿no es un triunfo entender que han de separarse?! Pero lo importante aquí y que deliberadamente he pasado por alto es lo de formar la familia a los veintitantos. Está tan metido en nuestra cultura que hoy, donde promovemos la vida libre y sana y los divorcios están a la puta primera orden del día, seguimos con el mismo sistema judicial que cuando había pocos divorcios y creemos que tener una pareja es parte de nuestros objetivos en la vida. No solo una pareja, sino la pareja, esa pareja con la que demos en el clavo a la primera y ya para siempre. ¡Y cuídate de tener 30 y estar soltera, que entonces no te va a querer nadie!
Nos da miedo vivir solos. Bueno, a mí no, llevo desde que empecé el blog soltero (sí, este blog fue como teñirse el pelo después de cortar), y no sé si a ti te da miedo vivir así, pero hablo de nosotros como sociedad. Muchas veces estamos con una persona porque no hemos conseguido otra mejor y nos conformamos, total, mojando el pan en caliente y metiendo panes en el horno, a gustito, con una compañía más que tolerable, ¿no? A veces sabes que no es la persona de tu vida, pero sigues porque estás esperando una crisis seria o una persona mejor para romper. Otras veces te está destrozando por dentro, pero sigues "porque le quieres".
Para compensar ese ejercicio de mediocridad, la peña decide exagerar su querición hacia el otro. Es muy común escuchar miles de "te quiero" que compensen la inseguridad, y devolver ese "te quiero" para que la otra persona no dude ni por un momento que ese amor es purísimo, metanfetamina de Heisenberg. Y regalos, ¡muchos regalos! También se ve mucho la frase "te quiero más que a nada", que claro, más que a nada incluye también a uno mismo. Y los hay valientes, que dicen las cosas como son, y sí que dicen "te quiero más que a mí".
No veo criminal querer a alguien más que a uno mismo. Así debería pasar con los hijos, por ejemplo, esa gente que quisieras proteger. El problema es que sea fácil querer a alguien más que a uno mismo porque no nos queramos prácticamente nada.
Quererse no es fácil, y no hablo de decirlo en voz alta, sí, me quiero, sino de sentirlo de verdad. Muchas personas creen que se quieren porque se consideran superiores al resto, pero cuando les quitas esa realidad, se desmoronan. Otros siempre están interpretando la lectura más negativa de lo que sucede y acaban alejándose de todos, aunque no quieran. Y conozco de bastante gente que paga sus frustraciones internas con los demás, simplemente porque no saben gestionarlas dentro. En fin, ¿no nos lavamos los dientes a diario? ¿No nos depilamos y ponemos guapos? Me pregunto por qué casi nadie hace la misma rutina mental de cuidado, ejercicio y mantenimiento.
Y te podrás preguntar qué tiene que ver quererse con pensar que uno no es nada sin la pareja. Pues todo. De los ejemplos que he puesto arriba, estas personas inaguantables, ¿no conoces ningún caso en el que, casualmente, cuando consiguen una pareja que les aguanta, se recluyen en la pareja? Porque sólo ella les aguanta, y a medias. ¿También has visto casos de gente que construye su personalidad alrededor de su pareja, creando una relación de dependencia y necesidad? Quien no se quiere, quien se piensa menos que el resto, se siente necesitado de algo que le dé el sentido, y quien está completo solo, está completo. Puede querer a partir de ahí, desde la tranquilidad de saberse suficiente para sí mismo. La realidad es que tú no tienes sentido, pero ni tú, ni yo, ni nadie. El sentido de la vida es absurdo, y sólo se lo podemos dar nosotros. Por eso, cuando alguien te inunde a tequieros, te colme de regalos, halagos, y te diga que sin ti no es nada... bueno, ten en cuenta que, sin ti, esa persona no es nada. Y a ver por qué ibas a estar con nada. ¡Bum! Suelto el micro y me voy. ¡Mierda, esto es un blog, aquí no hay micros! En fin. ¡Un besi de fresi!
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