Videojuego: Slay the Spire (Switch).


Cuando un juego se hace con amor, se nota. No importa el presupuesto ni el tamaño del equipo, el arte es capaz de transmitir esos sentimientos de alguna forma misteriosa, incluso aunque la producción haya sido un infierno y jugarlo ni sea tan divertido ni esté tan pulido. Todos nosotros sabríamos hacer un videojuego, un cuadro, una película o escribiríamos un libro, aunque sean chiquitos, y tendremos más o menos habilidad, pero cuando alguien se acercase a vernos, incluso habiéndolo hecho mal, podría notar que en la hierba que hemos pintado con la acuarela, hay 7 tonos de verde. Podrá ver que hemos escrito mal, pero nos hemos informado mucho, que el videojuego tarda un siglo en arrancar, pero todos sus niveles giran alrededor de nuestras 2 mecánicas nada pulidas. No se trata de cómo lo hagas, sino cuánto tiempo has invertido en esos detalles que apenas se notan.

En un tema distinto, los jugadores de videojuegos, aunque parezca que no, hablamos con gente otros videojugadores. En persona no, pero sí por chat. A veces, ni eso. La cosa es que vi un vídeo que me convenció de jugar Slay the Spire, ¿vale? Y ya que vengo de probar Hades, Blazing Beaks, Crypt of the Necrodancer, Enter the Gungeon, Death Road to Canada, Sword of the Necromancer y las tetas de tu madre, podríamos decir que los juegos rogue me gustan un poco.


Como siempre, una pequeña introducción sobre qué son los juegos rogue para aquellos bendecidos con vida social: son juegos relativamente cortos de pasar, pero bastante difíciles y, cada vez que mueres, vuelves a empezar. Pasártelos requiere familiarizarte con sus mecánicas y sus jefes, además de un poco de suerte. Para los rogue que entre muerte y muerte vas mejorándote, se llaman roguelite, como Hades, pero los que no te mejoran y todo es cuestión de cómo aumenta tu sabiduría probando y fallando, como este caso, se llaman roguelike. Somos la hostia de originales.

Y vamos a darle al rey lo que le pertenece porque se lo ha trabajado y no lo ha conseguido simplemente por haber nacido en una familia afortunada: Slay the Spire es un buen roguelike. Es increíblemente adictivo, su arte es simple pero precioso, y jugarlo en Switch o en móviles es una gozada, aunque en Switch no tenga muy bien configurado lo táctil. Cómo implementa el juego todo este asunto rogue en un juego de construcción de mazos me parece de genio. Podría haber salido muy mal, pero ha salido muy muy bien. Conforme matas enemigos, vas añadiendo cartas a tu mazo, y tienes que jugar constantemente contra ti mismo, porque cuantas más cartas tengas, peor va a ser, pero al principio necesitas formarte un mazo competente y es que al final hay cada carta más chula...


El balanceo del juego es, definitivamente, una cosa. No puede ser que, dentro de que el juego es difícil, sea igualmente difícil para los 4 personajes del juego, siendo cada personaje completamente distinto del anterior. No puede ser que me coja al soldado que se cura y se pone armadura, y el juego sea exactamente igual de difícil, con los mismos enemigos, que jugando con una máquina que genera daño pasivo invirtiendo en crypto. El truco aquí es que la torre siempre es la misma y los enemigos son los mismos, pero nuestro personaje no, cada personaje cambia una barbaridad de uno a otro, y cada personaje, según las cartas que te cojas, puede jugar de varias formas distintas.

Pero hay algo que me escuece en todo esto, y creo que es el like de roguelike. Como he dicho, es un juego artesanal y difícil, muy bien balanceado, pero, incluso sabiendo cómo vencer al jefe final, es bastante normal quedarse a medio camino porque la combinación de cartas y mejoras no acompaña. Hay veces que la partida es un paseo, otras un infierno, y a veces casi la única diferencia entre ellas son el simple orden en el que las cartas te tocan. Puede ser que lleves hora y media de partida reventando culos, tengas un mazo buenísimo para desintegrar al jefazo, y por 3 míseros turnos de mala suerte, mueras. A tomar por culo, chaval, hasta la próxima. Eso, para mí, no es divertido. Lo ha sido el viaje, sí, pero cuando se acaba la partida y tengo que ponerme de nuevo a trabajar, me siento ligeramente frustrado.

Elegir la ruta adecuada para ti es importante.

La suerte es imprescindible aquí, y también tener la filosofía de hacer una partida, una pachanguita, que sabes que probablemente pierdas. Es necesaria esa filosofía, porque a veces el juego no te da cuartel igual que te hace sentir el puto amo, como toda novia tóxica. Y creo que todo lo malo que diga lo que hace es recalcar lo que he dicho antes: que es un buen roguelike, que es increíblemente adictivo, e igual que me he enganchado de forma tóxica a otros juegos, después de haberme pasado la torre con todos los personajes, ya no empiezo otra partida buscando ganar. Aunque sí te digo que no te plantees ganar nunca. Es jodido.

Es lo artesanal lo que me sigue manteniendo enganchado. Su arte, la diferencia entre sus mazos, su balanceo, las posibilidades que da cada personaje por sí solo. Busco replicar esa partida que hice en la que me sentía un dios, pero también esa en la que fui todo el rato rozando la muerte y acabé ganando, porque sea la partida que sea, si gano, el mérito es 100% mío, con más o menos suerte. Sí, la sombra de Hades es larga y hubiera apreciado algo más de historia y algo de conclusión después de haber terminado con los 4 personajes, pero si lo tomas por lo que es, un juego para echarse partidas montado en el metro o en la sala de espera... es, francamente, un juegazo.

Besis de zombi nauseabundi, compi sexy. Suficiente charla, hora de enseñarme ese... mazo.

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