Serie: Attack on Titan (Shingeki no Kyojin).

Attack on Titan para mí es un anime especial, pero por motivos distintos al resto de la gente. No empezamos bien, que digamos. En el momento más jodido de mi vida, el anime Bleach me ayudó a superar el bache, haciéndome pensar que podía ser más fuerte mentalmente cultivando también mi cuerpo y mi espíritu, y funcionó, pero una vez estuve bien, era momento de ser desagradecido y pasar página. Los shonen, como Bleach, que son los animes para adolescentes con poca chicha y mucha fantasía de poder, son en cierta medida ridículos, perfectos para pasar el rato, pero no son un contenido que me apetezca ver, y Attack on Titan, que llamaré Shingeki desde ahora, lo habían presentado como la última venida de Cristo.

Diminuto y único espóiler: cuando "mataron" al protagonista en el capítulo 5, realmente pensé que estaba viendo la mejor serie del planeta, pero cuando todo era mentira y aparece en el capítulo 6 convertido en un titán, supuse que estaba viendo una de esas series y que esa mierda la iba a seguir viendo Rita. Me enfadé con Shingeki, me enfadé con el anime en general y prediqué a los cuatro vientos que los japoneses no tenían ni puta idea de contar una historia.

Por aquella época estaba mal con la pareja y nadita después vino la ruptura, así que era normal que estuviera amargado. Los años pasaron, las temporadas de Shingeki siguieron viniendo y mis opiniones se relajaron. Una amiga a la que valoro mucho era muy fan de la serie, así que decidí darle una oportunidad, y esta vez lo haría diferente. En lugar de intentar llevarme bien con el protagonista y pensar cómo querría que fuera la serie, como la primera vez, fluiría más con ella y dejaría que ese niñato me cayese como el puto culo.

Esta introducción tan larga, contándote mi puta vida, viene sólo a decir que alguien que detestó el anime por Shingeki, pasó, en tan sólo tres semanas, a reconciliarse con todo ese contenido oriental gracias a Shingeki, en concreto a su cuarta temporada. De ser una de esas series, pasó a ser una de las que más valoro, así que déjame contarte cómo es y cómo afrontarla.

Ya hemos quedado en que el shonen es el anime juvenil. Puede que fuera para captar a más público, o porque al principio pensaba orientarlo así, pero Isayama, el autor, comenzó esta serie con la estructura del shonen: el protagonista vive un momento en el que su vida da un giro, adquiere unos poderes especiales, se convierte en "el salvador" y, poco a poco, se va haciendo más fuerte y derrotando las diferentes capas de amenazas, cada vez más peligrosas, que amenazan el mundo. Tiene forma de shonen, se mueve como un shonen y hace cuac como un shonen, pero es todo una mentira que te meten por el culo, la doblan una vez dentro, y ahora se ha quedado atrapada y no la puedes sacar.

Shingeki es un seinen, que son los animes dirigidos a público adulto, y te venden la moto con la idea de "la humanidad contra el mal" para que bajes la guardia y te comas con patatas el trasfondo político después, porque pensar da pereza, pero cuando la serie se disfraza de simplona, te involucras, y luego la situación se vuelve llena de matices, ya no puedes huir de tu pensamiento. Shingeki es una serie que habla sobre cómo el odio y la opresión generan situaciones donde sólo puedes salir generando más odio y más opresión. Es la historia de Palestina e Israel, de Estados Unidos y el Isis, de las dos españas. Está en tantos sitios porque habla sobre lo más cotidiano, la naturaleza violenta del ser humano.

Empieza algo floja, dando más prioridad a la ansiedad de ver morir a to quisqui que a otra cosa, pero va subiendo el nivel, va subiendo, hasta llegar a la segunda mitad de la temporada 4, que tiene una cinematografía de un nivel muy superior al anime típico. Es posible que esta diferencia esté marcada por el cambio de estudio que hay a mitad de serie. El estudio Wit hizo una animación vistosa y revolucionaria que inspiró la nueva ola de anime moderno, como Demon Slayer (Kimetsu no Yaiba), pero Mappa, quien tomó el relevo en la segunda mitad, teniendo una animación más tradicional y menos vistosa... consiguió un nivel muy superior. No es que tradujera el manga panel por panel, sino que quitó texto, dio más importancia a las imágenes y dejó que hablaran por sí solas, menos en el último capítulo, que no sé si por la presión o qué, calcaron el manga poniendo demasiado texto y acción ligeramente inconexa.

Pero bueno, es un anime. No puedo pedir peras al olmo, como pedir que se callen la puta boca y me dejen sentir en silencio los momentos más impactantes en muchas ocasiones, pero sí puedo alimentarme de un mundo ficticio completo y realista, unos personajes coherentes que a veces se sienten vivos, una acción descarnada, y un mensaje claro y conciso. Un gran final. Puedo perdonar conveniencias aquí y allá porque Isayama es dibujante, no escritor. También perdono el exceso de flashbacks.

Empiézala con la idea de que ves algo más grande que lo que ocurre, no como la última venida de Cristo. Detesta a quien quieras, yo detesté al prota y al final acabó convirtiéndose en el mejor personaje... ¡sin cambiar en ningún momento! No te sofoques por tanta muerte, porque no son vacías, todas llevan a algún sitio. Y digo todo esto porque es lo que hubiera deseado escuchar cuando empecé la serie, algo imposible, porque no estaba terminada, pero ah, ahora jugamos con trampa, y lo que te digo a ti, se lo digo también a mi yo de hace 10 años. Que encontraría la forma de perdonar lo que le ocurrió, que conocería a alguien a quien escucharía y le llevaría aquí, a donde estoy yo ahora. Mi reconciliación con el anime estaba escrita, aunque yo no lo supiera.

Quién sabe dónde estaremos dentro de 10 años. A lo mejor te recomiendo otra cosa, o me la recomiendas tú y la vemos juntos. Quizá viva otra ruptura y vuelva a guerrear contra el anime, pero mientras tanto, disfrutemos de lo que tanto nos ha costado recuperar. Besis de fresi.