5 motivos para tener un gato frente a un perro.


¿Quieres tener una mascota, y un periquito es demasiado exótico para ti? ¿Hacer algo diferente a lo que hace todo el mundo te produce náuseas? ¡Entonces estarás deseando tener un perro o un gato, la vieja guardia confiable! Y con razón; estos pequeñines se han ganado nuestros corazones y su lugar en el sofá desde que fueron creados por los alienígenas, pero, aunque sólo tengamos dos opciones, significa que hay que elegir una de ellas. ¿Qué será, perro o gato? ¿Carne... o pescado? ¿Netflix o HBO? Ay, qué nervios, como si fueras de esos que eligen por uno mismo.

¡Pues por eso he venido hoy a ayudarte! Tú imagina que desciendo del cielo con una lucecita de led potente iluminándome desde arriba y una música así ominosa y trascendental. Alguien tan apuesto puede decidir por ti, y tengo la respuesta: necesitas un gato. ¿Que por qué? ¿Me vienes con explicaciones ahora? Vale, no pasa nada, vengo preparado. Aquí tienes 5 razones por las que los gatos son, simplemente, la opción superior.

De nada.

1. Limpia la energía negativa bajo la luna llena de su puta madre.


Es broma, es broma, quería ver la cara que ponías si empezaba diciendo una gilipollez. Ahora en serio.

1. Te inculca algunos valores positivos.


Mientras que los perros son unos dependientes que lloran si no les sacas a pasear en cuatro días, los gatos no necesitan que les pasees como críos y no se sienten particularmente mal si están solos. Van a su rollo y todo va bien mientras tengan comida, y cuando por fin llegas a casa, están moderadamente contentos. No van corriendo a lamerte las zapatillas como zorras dependientes. "Ey, qué tal", es igual que un colega, prefiere que estés cerca, pero (entre tú y yo) le das un poco igual. A veces respeta tanto tu intimidad que no quiere estar cerca de ti.

Además, se pasa el día lamiéndose, algo que hace a modo de gesto sutil y educado para decirte que deberías ducharte. Podría ponerte una mala cara al acercarse a tu olor de morsa sebosa, pero en su lugar se limita a limpiarse, para quitarse tu hedor, y para recordarte que tú también deberías hacerlo.

No acaba la cosa aquí. A modo de gesto altruista, se esfuerza por que siempre tengas la autoestima alta. ¿Eres una piltrafilla en la vida real? No te preocupes, porque en tu casa, no serás ni el más miedica ni el más malvado. Tampoco serás el más desastroso; tu gato no limpia sus cacas y se esfuerza en rasgar tus cortinas para que los invitados se fijen en ellas y no vean la pelusa con nombre y apellidos que tienes dentro de la cama. Un fenómeno.

2. Un couching de lo negativo.


Si todas las virtudes de antes fueran poco para ti, lo sé, lo entiendo, eres una persona importante y exigente, pero yo apenas había empezado. Estar bien en casa es el mínimo, pero tu gato se preocupa por ti y quiere prepararte para tus desventuras allí fuera. ¿No cometes riesgos por miedo al fracaso y al rechazo? No te preocupes, cariño, tu gato te dejará bien claro que a veces no querrá saber nada de ti, y por fracasar, estarás fracasando a diario en educarle. Pequeños estímulos y recordatorios como estos hacen que todo lo malo pique menos después, por lo que te atreverás a afrontar más riesgos, y con los riesgos, puede que vengan éxitos. Ahí lo llevas.

Además, para que no te acostumbres y te duermas en los laureles, tu gato cambiará rápidamente de un comportamiento a otro. ¿Quieres darle mimos? Que te jodan, pero en el momento en el que te cocines tu comidita, ahí estará tu fiel compañero para exigirte el diezmo. Entrenar sólo el rechazo sería demasiado fácil, así que también te ayuda a que identifiques comportamientos por interés, para que allá afuera no te mamoneen.

Y ya por último, algo útil tanto para entrevistas de trabajo como para presentaciones de proyectos delante de la comitiva de jefes, tu gato aumentará tu resiliencia al juicio ajeno. Tener dos ojos clavados en tu espalda y sospechando de todo lo que haces puede sonar incómodo, pero ¿tú sabes que, después de una semana, el 127% de los usuarios de Gato® no puede vivir sin él? Sus espaldas se vuelven demasiado fit para el juicio ajeno y necesitan más para seguir desarrollándose.

3. Centralización de cacas.


Ya he mencionado que los gatos no necesitan paseo. Si ese aliciente no hace que tengas un gatete ya mismito, deberías saber que todas las cacas van a estar en el mismo lugar. ¿Te imaginas, teniendo que recoger cada pedazo de mierda que tu perro vaya soltando despreocupadamente en medio de la acera? Olvídate de esos dolores de espalda: ahora tienes todas las cagadas en el mismo sitio, y se solucionan a cómodos palazos.

Hay más. ¿Qué tal si animamos la cosa? Tu michi, en pos de la diversión, esconde sus pelotas de arena meada y sus chocolates debajo de la superficie, por lo que recoger todo será un minijuego igualito al buscaminas. Ah, ah, ¿se deshará la albóndiga de pis? ¿Ensartarás una boñiga con la pala? Hasta la tarea más rutinaria como limpiar excrementos puede convertirse en un juego de tensión con elementos de puzzle. ¡Arrrrr, a desenterrar el tesoro, grumete!

4. Convierte tu casa en una esqueip-rum.


Esto es algo que no se conoce hasta que se experimenta. Verás, no es por faltar, yo sé que te mereces lo mejor, pero tu casa, ¿cómo decirlo? Es una aburrida decepción. O sea, es deprimente, pero quería centrarme sobre todo en el "aburrida". ¿A que una ventana para ti sólo es una ventana? Ay, animalillo, eso está a punto de cambiar.

Con un minino, tus ventanas ya no serán ventanas, sino puntos de escape. Una puerta, cerrada o abierta, ya no sólo será un trozo de madera en una posición u otra, sino que cambia el juego dependiendo de si tu gato está fuera o contigo dentro, y ya no te digo la puerta exterior o la del balcón, que son las últimas líneas de escape ante un preso que se muere por salir de tu prisión, en un minijuego en el que nunca dejas de jugar y ganar supone no perder a tu misifú. Las estanterías se han convertido en zonas de plataformeo, por lo que colocar tus sucios recuerdos ahora tiene un toque estratégico añadido que enriquecerá el fensuí del hogar. ¿Sofá? Mejor llámalo "nuevo rascador" a partir de ahora, y tu meta será protegerlo.

Si tienes otras mascotas excesivamente exóticas para tu gusto sofisticado como un hámster, vivir en tu desmadejado apartamento se convertirá en una película en el que tu gato fugitivo interpretará al asesino imparable y tu hámster a la chiquilla pechugona y no muy inteligente de los primeros cinco minutos. ¿Y los cartones que tiraste para reciclar, y la basura? Buf, amigo. Estás a punto de vivir una aventura. Pero todos estos alicientes no son nada comparados con la razón última y definitiva de tener a esta bella criatura ronroneando entre tus muslos.

5. A lo mejor triunfa en su plan de liquidarte.


Los michinos están siempre maquinando, eso es de conocimiento público. Sabemos que, allá donde se meta, esa casa pasa a ser propiedad del gato, aunque no lo ponga en los papeles. Nosotros pasamos a ser el humano asignado para la servidumbre, un humano reemplazable que un día, con suerte, quizá pueda quitarse de en medio. Ah, sí, el objetivo global de la especie es la extinción de la humanidad para pasar a ser ellos los nuevos amos del planeta.

¿Te imaginas viviendo para siempre en ese escritorio en el que escribes cosas en un excel, o partiéndote la espalda trabajando en el campo o el almacén? ¿Por qué harías eso? Y luego, cuando ya estés para el arrastre, ¿qué harás con la jubilación, si es que para entonces eso existe? Nada, nada, admitámoslo: nadie querría alargar tanto este incoherente sufrimiento llamado vida, que nadie pidió. Pero tú, con el buen gusto que tienes, seguro que ya lo sabías.

Entonces, con todas las razones que te he dado, ¿qué vas a preferir? ¿Pasear a tu perro tres veces al día con un frío que pela, recoger su mierda y que luego él te lo agradezca meando las ruedas de tu coche? ¿O, quizá mejor, un gato que se cuida más fácil, te refuerza buenos hábitos, te entrena contra malos sentimientos, convierte tu vida casera en un Kinder Sorpresa® y a lo mejor termina pronto con todo este sinsentido? La respuesta es sencilla, sólo firma aquí, y pon en el margen de abajo: miausis de fresi.

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