Blade Runner 2049: Sentirse vivo.
En la primera Blade Runner, Roy, el antagonista, dijo esa frase justo antes de morir. Él fue un replicante, es decir, un humano sintético, que luchó en el ejército y más tarde se reveló contra la humanidad porque iba a morir de forma programada y nadie iba a ayudarle. Gastó sus últimas fuerzas para salvar a Deckard, el protagonista que quería matarle, y lo hizo, pese a ser su enemigo, porque quería que sus últimas palabras fueran escuchadas, y, con suerte, sus actos duraran algo más en otra persona antes de que se deshicieran en el infinito.
Pero nuestro deseo de trascender, nuestro amor, nuestra "humanidad"... todo es una ilusión. Según Platón, nosotros no podemos saber la verdad. Lo que percibimos a través de los sentidos se embarrunta con nuestros recuerdos distorsionados y nuestro carácter, y todo ese mejunje, para él, era como vivir en una cueva, de espaldas a la entrada, y pensar que las sombras que se proyectan de fuera son la realidad.
Roy murió sintiendo la lluvia, queriendo sentirse vivo, especial, libre, y que su muerte tuviera un por qué, pero murió en el tejado de una ciudad sucia, con un cartel publicitario detrás, y delante de él a Deckard, el agente de la ley que asesinó a su amada y que, bajo ninguna circunstancia, le hubiese perdonado la vida como Roy sí hizo con él. Su deseo de trascender sólo fue otra sombra en la cueva, y Roy se perdió en el tiempo... pero no se perdió en Deckard.
He mencionado antes que los recuerdos que tenemos están distorsionados, pero, aún así, para la filosofía occidental, actualmente son lo que forma quiénes somos. Si yo muriera en un accidente y lograran resucitarme a los pocos minutos, pero sin absolutamente ningún recuerdo sobre lo que he hecho, ni mi educación, ni las personas a las que he conocido, ¿habría vuelto a la vida en realidad, o hubiera muerto en aquel accidente? Aunque nuestros recuerdos fueran falsos, el sentimiento está ahí y nos forma una opinión. Más que eso: una motivación y una personalidad, desarrolladas sobre los cimientos de nuestro carácter.
En la Blade Runner original, sólo una de los replicantes compensa su falta de infancia con recuerdos artificiales implantados que la hacen más humana y emocionalmente estable, y sólo se la puede distinguir respecto a los nacidos mediante un test concreto y un brillo gris en las pupilas. En Blade Runner 2049, su protagonista, K, es un replicante, y aunque es un modelo nuevo que tiene recuerdos y ya no tiene esos brillos en los ojos, al ser un replicante, es artificial, no es humano. No tiene alma.
Joi, por otro lado, es una inteligencia artificial que vive en la casa de K y ambos tienen una relación. Ella no es para nada una replicante, es una Alexa venida a más, inferior a K, sin autonomía y sin cuerpo físico. Todo en ella es mentira, como la comida que le prepara, o los besos que le da siendo un holograma, pero K decide querer creérselo porque piensa que es suficiente. Es lo que merece alguien sin alma. Puede que parezca que estoy siendo duro con Joi, pero ella es la única que apoya a K, le aprecia por quién es y le ve como alguien especial, alguien humano, incluso.
Y bueno, podría estar en lo cierto. Una investigación de K le lleva a descubrir que una mujer replicante fue capaz de engendrar un hijo con Deckard, y las pruebas indican que ese hijo es él.
Aquí todo cambia. Al ser un niño nacido, nosotros, tú y yo, pasamos a considerarle humano. K es especial y es único, será sintético, pero ahora le vemos como vemos a cualquier otro. K nunca tuvo miedo a la muerte, hasta que se sintió especial, y por ese miedo cada vez actúa más y más irracionalmente y empieza a expresar emociones. Resulta que K tiene alma. Y por haber nacido, por haber heredado el derecho a vivir, Joi le pone un nombre: Joe. Y para K, es decir, para Joe, Deckard es su padre, por eso va a buscarle.
Sin embargo, Joe no es el niño nacido, todos sus recuerdos son artificiales, y el único que sí es real, lo vivió otra persona. Al final, Joe, K, es completamente artificial, no es especial, y no debería tener alma. Pero nuestros sentimientos ahora no cambian; le hemos visto ser humano, así que es humano, y no será "el especial", pero ha logrado ser especial para Deckard y para nosotros.
Cambiemos de tercio. Niander Wallace es un humano que crea replicantes, e, ironías de la vida, es el único en toda la película que tiene ahora ese brillo gris en las pupilas, porque está ciego. Sus "ojos" son una especie de drones parecidos a avispas, es decir, que su forma de ver las cosas es bastante más artificial que la de los replicantes que crea. Porque puede que Wallace sea humano, pero sus deseos corporativistas y su nula muestra de emociones, tratando siempre a sus replicantes como su producto y matando a los anteriores porque no son suyos, le convierten en más máquina que sus creaciones, quienes, lo escondan o no, nunca dejan de sentir durante toda la película, aunque (según dicen) no tengan alma.
Su creación más destacada y también su secretaria, Luv, tiene un nombre poco sutil. Bueno, no tiene nombre. Wallace la llama "amor" como apelativo cariñoso, y ella lo ha adoptado. Está enamorada de Wallace, pero también se siente atrapada por él. No es capaz de desobedecerle, porque ella no es especial, no tiene alma. Por programación, cree que no puede salirse de su programación, y ese amor no correspondido es lo que merece alguien que ha sido programado. Aunque Wallace sea real y Joi no, al menos Joi siempre quiso a Joe.
Pero Joi muere al romperse el aparato que almacenaba sus recuerdos. Sin Joi, sin sentirse especial, Joe termina hablando con otra Joi que no le conoce, y le dice la misma frase cariñosa que le decía la Joi que le quiso. Joi fue programada, y personalmente no dudo de que quisiera de verdad a Joe, pero su amor también estaba programado para suceder, y todas esas frases especiales que dedicaría a su pareja, todo. Programado. El amor genuino, ¿es menos genuino si es seguro que va a suceder? ¿Joi llamó a K como "Joe" porque era la versión masculina de su propio nombre?
De ser así, entonces parece que ese nombre, Joe, que le elevaba como un ser humano con alma y de pleno derecho, ahora es la versión masculina de una inteligencia artificial limitada, algo todavía más bajo que ser un replicante común. Pero Joi, igualmente, le puso ese nombre desde el cariño, un cariño programado, pero real.
¿Y qué importa por qué le puso el nombre, o si su amor estuvo programado? Vivimos rodeados de ilusiones, en la cueva que dijo Platón, y Platón soñaba con elevarse y rozar algo imposible que ni existe ni seremos felices buscando, porque no podemos salir de la cueva. Nosotros somos la cueva. Y nuestras sombras son los recuerdos que encienden las motivaciones que nos mueven a romper nuestra programación y, en definitiva, ser humanos. No importa de dónde vengan esos recuerdos, lo distorsionados y mezclados que estén, porque, aunque estemos construidos a base de mentiras, quiénes somos es algo absolutamente real.
Al final, muy herido y en sus últimos segundos, Joe se tumba a mirar la nieve. Va a morir habiendo protegido a Deckard, quien no es su verdadero padre, pero Joe, pese a todo, lo sigue sintiendo así. Deckard es el padre de la replicante más especial, y habiendo puesto Joe su vida en juego, va a provocar que los replicantes luchen por primera vez por su libertad, habiendo desobedecido, de paso, todas las órdenes que le ha dado todo el mundo. Pese a no ser "el especial", Joe ha dado esperanza a los suyos, ha muerto luchando por algo, igual que Roy, que, en la primera película, pese a morir en un tejado con un cartel publicitario detrás, sus últimas palabras provocaron que todas las piezas se dispusieran de la forma en la que lo hicieron. Sus lágrimas se perdieron en la lluvia, pero su legado, no. Y eso no es ninguna ilusión.
Durante sus últimos segundos, K, Joe, al sentir la nieve, se sintió vivo.
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