Película: Godzilla Minus One.


Llego tarde, lo sé. Esta película japonesa llegó a Europa a principios de diciembre y a España (porque sí) a mediados, y la reseño ahora, un mes después de verla, demasiado tarde para una peli como ésta, pero todavía a tiempo, porque aún está en la cartelera de algunos cines. No he empezado y la estoy recomendando, pero voy a tener que explicarme, porque Minus One le ha pintado la putísima cara a Hollywood creando un peliculón con menos de una décima parte del presupuesto de la última mierda de Marvel. Pero, siendo la perra de Godzilla que soy, voy a ser bastante moderado y adecuaré mi recomendación sólo para los que de verdad vayan a disfrutarla, porque el hecho de pintar la cara a Hollywood no me parece suficiente.



Doy por hecho que no la has visto, por eso no voy a espoilear nada porque no soy un troglodita, pero sí voy a dejar clara tanto la premisa como la inspiración, porque me parece importante. Verás, en la primera Godzilla, la original de 1954, el lagarto es un bicharraco hijo de puta malo malísimo que representa la bomba atómica. Quiero decir, es radioactivo, lanza rayos atómicos y es un lagarto, claramente es la bomba atómica, pero lo explico por si acaso.


La cosa es que su historia fue degenerando con cada película, y acabó siendo un antihéroe cabrón pero necesario, que combate monstruos que son aún más villanos que él, y nosotros animamos a Godzilla y le permitimos que mate a cientos de miles de personas estrellando al villano contra esos edificios, porque destruir una ciudad en pos del bien es divertido. Éste es el Godzilla de Legendary, que saca nueva peli este año y que ya he valorado bien en este blog, pero no disfruto de una buena peli de kaijus (monstruos gigantes) sólo por la destrucción. Bueno, o sí.

Y es que en todas las puñeteras pelis de kaijus se obsesionan por meter con calzador a protagonistas humanos que no nos interesan, sólo para no saturarnos de bicharraco y para que, al mantener la historia a su altura de microscópico metro setenta, los kaijus parezcan siempre gigantes. Vale, lo entiendo, pero es que nos dan igual, es un hecho. Si Godzilla Minus One pretende ser una reinterpretación de la Godzilla original, en la que el lagarto es un hijo de la grandísima puta al que hay que matar, es preciso que el componente humano esté a la... altura, y de verdad quiera que estos humanos vivan y que Godzilla no destroce todo.


Hay que ir más allá. Si Godzilla va a representar el horror atómico en Japón a finales de los 40s, también ha de hablar sobre el cambio radical de filosofía que sufrió el país en esa época, o la metáfora va a quedar plana. Pero la película va más allá. Hace que el protagonista sea un piloto kamikaze fallido y liga al monstruo con su trauma, haciendo que Godzilla esté ligado emocionalmente a su evolución y también al cambio político, donde el pueblo ha perdido totalmente la confianza en su Gobierno, que sigue creyéndose un Imperio de una isla al que su población vale tan poco que no tiene reparos en estandarizar una línea de guerreros que literalmente se inmolan por su país; un Gobierno que ni siquiera aparece en pantalla y no tiene criterio para enfrentar a Godzilla, ya que el horror nuclear lo vivieron los ciudadanos de a pie.

Comprender esto es vital para disfrutar la película como es debido, y si no te va el rollo kaiju, hasta eso está bien hecho. El exceso a veces está bien, pero aquí prefieren jugar pocas cartas y que tengan el impacto que corresponde. Hay quien no ve diversión en ver un lagarto destruyendo barcos y edificios, pero quizá esa gente empatice mejor si muestran lo que ocurre como una rotunda tragedia, y será más sencillo para ellos si hay pocas escenas así. Pero también pasará que cualquier matao me leerá sobre el drama humano en la película y lo mucho que se centran en él, y prefieran pasar y meterse a la basura de Beekeper por desconectar. Sí, Godzilla sale poco, pero por no echarle de menos, creo que es una de sus mayores virtudes, y una razón de su escaso presupuesto.


Aún así, lo de su presupuesto no se explica. Por más que se guarden lo espectacular para las escenas clave, no me explico cómo mantienen en todo momento la magnitud de una producción gigante, en la que nada se ve mal, en la que han creado el mejor rayo mortal de Godzilla (que ojalá puedas escuchar en un cine), y todo eso con menos de 15 millones. ¿Que Godzilla se parece al de la original, pero quizá se pase de moñeco? Sí. ¿Que te olvidas a los 20 minutos? También. Sobre todo con un clímax tan bien explicado y potente, que no te oculta nada por darte la sorpresa barata, y una música que te engorila de una forma que no pienso describir.

Obviamente, hay cositas, pequeñas barreras culturales, y tener que verla subtitulada es la primera. Hay algunas convenciones que se utilizan allá y no aquí, como el uso de la barba descuidada para representar algo negativo, pasar algunas cosas muy rápido en las que nosotros incidiríamos más, o verbalizar sentimientos en los momentos climáticos, algo que allí se hace y está bien visto y aquí es sinónimo de mala escritura.


Pero ahora que he dicho cómo es, déjame decirte que lo bueno de escribir un mes tarde es que puedo decir cómo envejece en los recuerdos, algo importante, porque Thor: Love and Thunder me divirtió, pero envejeció mal para mí. No tenía expectativas por esta película japonesa más allá de que fuera a ser agradable, y no te creas que sentí mucho más cuando la vi, pero el final es tan bueno, y todo tiene un sentido tan cohesionado, que el buen sabor de boca que deja es con lo que te quedas. Te caen bien los humanos, eso es real, y el hecho de que sea en todo momento sincera con el espectador, hace que detalles de escritura o momentos que se puedan hacer más pesados, pesen (irónicamente) mucho menos con el tiempo.

Y al final, está el asunto de la pintada de cara que ha sufrido Hollywood acabando uno de los peores años de su historia. Hace que nos planteemos si hace falta mover tanta puñetera pasta y producir tantas longanizas clónicas que se graban con prisa, sin ganas, y ya lo arreglarán todos los curritos explotados de efectos visuales. Los límites agudizan el ingenio, y una única escena de destrucción hecha con maquetas, si está bien planteada y bien ejecutada, puede impactar mucho más que una batalla espectacular en un planeta lejano de color naranja donde todo se ve naranja. El Godzilla de Legendary me gusta mucho, pero en cuestión de calidad pura, tengo un favorito. Besis de fresi, y larga vida al re... ¡no! ¡Que le den por culo al puto rey de los monstruos!

Bueno, perdón.

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