La mujer en el cine: A propósito de Blancanieves.

Si tuviésemos una máquina del tiempo, para nosotros sería muy fácil viajar a 2010, ir a nuestro antiguo instituto, plantarnos ante nuestro antiguo yo y rasgarnos la ropa pokera, quitarnos los piercings labiales de una hostia y, en definitiva, convencernos de que ese estilo cani era horrendo. A lo mejor no es el mejor ejemplo porque hasta en 2010 era obvio que ser cani era un error, pero había muchos que eran canis orgullosos y no veían nada de malo en serlo.

Lo que quiero decir es que el tiempo pone todo en perspectiva, y es fácil mirar las fotos de hace 14 años y reírnos tanto de nosotros como de nuestros compañeros de clase, pero en su momento, vestir así de hortera tenía todo el sentido, si por "todo el sentido" entendemos que alguien lo puso de moda y el resto les siguieron como amebas comatosas.

Hoy es 8M (para los que fueron canis, 8 de marzo), y como ya es tradición en este blog, es hora de celebrarlo, por segundo año. En el día de la mujer trabajadora, va a publicar por mí la invitada Patricia Marín Verdú, y no va a cobrar ni un céntimo. Tú no me ves, pero estoy mirando muy fijamente a tu cámara imaginaria. Sonriendo.

¡La cosa, que con el tiempo es fácil juzgar!, pero hay que tener el contexto de la época para juzgar con criterio, ¿vale? Vale. Dejo que Pat os lo cuente poniendo como ejemplo a Blancanieves y los siete enanitos (aquí el link a su artículo original en la revista Mutaciones). ¡Besis de fresi, y síguela en instagram o atropello a tus hijos!

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La mujer en el cine: A propósito de Blancanieves.


En la pasada entrevista a Leticia Dolera se hablaba de una ola feminista llevada a cabo por mujeres que, ya sean actrices, directoras o cualquier otro puesto que ocupen en el sector, utilizan el cine y la televisión como medio de comunicación para reivindicar la igualdad entre sexos. Sin duda el cine es un medio idóneo en el que plantear este tipo de cuestiones sociales, donde se manifiesta un determinado modelo de representación que, para bien o para mal, no es universal, lo que despierta todo tipo de opiniones entre las diferentes personas que se paran a mirar.

Los espectadores (especializados o no) estamos limitados por el contexto. Por un lado el que envuelve a la película y, por otro, el que nos rodea en el momento de su visionado. De esta forma, la mirada histórica se ve condicionada por el presente, lo que la vuelve controvertida y, a menudo, tiende a extremarse. En el caso de la compañía de Walt Disney,  sus películas, en especial sus primeros largometrajes, han sido muy criticados por el “claro machismo” que representan. Así se han escuchado cosas como que Bella, de La bella y la bestia (Kirk Wise, 1991), sufría maltrato psicológico por parte de Bestia. O, en el caso de Blancanieves y los siete enanitos (David Hand, Wilfred Jackson, Larry Morey, Ben Sharpsteen, William Cottrell, Percival C. Pearce, 1937), la princesa Disney ha sido muy criticada por realizar las tareas del hogar a nada más y nada menos que a siete hombres. Pero ésta es sólo una lectura del film, hay muchas otras posibles y más teniendo en cuenta que las etiquetas de “machismo” o “feminismo” tienden a ser superficiales y no significan lo mismo para todos.


Hoy también podemos echar la vista atrás y ver el cuento de Blancanieves como un relato en el que la fuerza de la mujer supera con creces a la del hombre, llegando en ocasiones a ridiculizarlo. Y es que en Blancanieves y los siete enanitos, la princesa y su madrastra se construyen en base a una rivalidad clásica llevada a cabo por los celos e inseguridades de la segunda. Pero Blancanieves, que se ha visto en la obligación de huir, sabe valerse por sí misma e intenta sobrevivir frente al drama que le ha tocado vivir. Sí, friega, barre, cocina y realiza el resto de las tareas a cambio de la hospitalidad de los enanitos, pero, ¿qué tiene eso de malo?

Desde otro punto de vista, la princesa Disney es la única persona responsable y con sentido común en un ambiente donde los hombres son tachados de desordenados, vagos y sucios entre otros adjetivos peyorativos. ¿Estamos entonces ante una representación negativa del hombre? Nos encontramos ante la caricaturización del mismo, reflejado como buen trabajador fuera de casa y un desastre dentro de ella. Y no sólo eso, los otros personajes masculinos no forman parte del relato en sí mismo, sino que pueden llegar a considerarse una herramienta para cumplir la finalidad tanto de la protagonista como de la antagonista. Por un lado, el padre de Blancanieves ni siquiera aparece en pantalla y, siendo sinceros, a nadie le importa. Por otro, el cazador es un súbdito de la reina que, tras mostrar debilidad y fracasar en su misión de matar a la joven, no vuelve a aparecer. Y a nadie le importa. El príncipe, que ha estado presente en partes del diálogo, sólo se ve en pantalla menos de un minuto al inicio de la película y tres minutos finales donde sólo sirve para despertar a Blancanieves. No se sabe nada más de él. Y, ¡sorpresa!, a nadie le importa.


Sin ir más lejos, me atrevería a decir que los directores de Blancanieves y los siete enanitos también caricaturizan esa visión machista de la época. Gruñón, que es el único personaje diseñado para aportar una visión misógina a la historia (y de manera totalmente intencionada) es el único que rechaza a Blancanieves por su sexo.
-Es una mujer, y todas son veneno. Están llenas de remilgos femeninos.
-¿Qué son los remilgos femeninos?
-No lo sé, pero son malas.
Pero lejos de las malas intenciones, la historia envuelve al enanito malhumorado de una fuerte presencia que sí profesa devoción hacia la mujer, representada por sus compañeros que tienden una y otra vez a burlarse de él desde el respeto y la comunidad creada por los siete. Al final, este personaje acaba abriendo su mente y reconociendo lo positiva y necesaria que es la presencia femenina.


Es cierto que el modelo de representación de la mujer de 1937 se encontraba delimitado por un contexto en el que la mujer se dedicaba ante todo a realizar tareas del hogar; hoy en día Blancanieves es considerada una película machista, pero en la primera mitad del s. XX era la manera en que la ideología heteropatriarcal exploraba sus propios conflictos. En la actualidad se podría decir que el modelo de representación es diferente porque se adapta a la visión de una generación que creció con las películas de George Lucas y Steven Spielberg donde el espíritu de la aventura y el liderazgo caracterizan a la mujer. Esto se encuentra presente en películas de la misma compañía Disney, como Enredados (Byron Howard, Nathan Greno, 2011), Frozen: el reino de hielo (Jennifer Lee, Chris Buck, 2013) o Vaiana (Ron Clements, John Musker, 2016) y que, ajustándose a un modelo actualmente aceptado, no deja de ser una proyección de la visión (masculina y femenina) del contexto en el que vivimos.

Más allá de la crítica, este texto no pretende justificar (sean accidentales o no) las intenciones de la dirección en Blancanieves y los siete enanitos sino invitar a plantear las cuestiones sociales de cada película dentro de su contexto histórico de manera que, lo que hoy nos parece machista, en su momento pudo ser un avance feminista o el atisbo de otra forma de reivindicar a la mujer. Es importante agudizar la mirada y librarnos de etiquetas para comprender todo tipo de posturas con la única intención de enriquecer nuestro criterio.

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