Dana.
Si hubiese hecho caso a la cabeza, me hubiese quedado a vivir en Madrid, pero vivo en Castellón porque amo la Comunidad Valenciana. No estoy estudiando valenciano oficial porque me dé salidas, sino por puro amor hacia una tierra a la que me siento arraigado, es mi forma de decir que la quiero cerca, conmigo. No tiene nada que ver con la razón, qué va, es pura visceralidad. Soy valenciano y siempre me he mostrado orgulloso de serlo, por ningún motivo, es decir, por todos.
No quería hablar de la dana, pero cuando digo explícitamente que no quiero hablar de algo, lo que suele significar es que necesito hablar sobre eso pero todavía está fermentando el sentimiento y no está listo para salir. Va a ser una entrada sin imágenes, porque no quiero mostrar los desastres, y va a ser corta; simplemente, ha llegado el punto en el que necesito sacarme el sentimiento de dentro compartiéndolo.
Lo primero de todo: estoy bien. Todo mi yo, mi familia y mis bienes materiales están perfectos y lo van a seguir estando porque vivo con ellos en un pueblo en la montaña bastante a prueba de catástrofes. Aquí en Castellón hay alerta roja para hoy, pero, mientras el norte de la provincia está siendo anegado a la altura de Vinaròs, aquí en el sur no parece que vayamos a correr peligro. Sin embargo, hay un ambiente de malestar y de impotencia en la zona, porque muchos de los que aquí vivimos trabajamos en Valencia, tenemos familiares o amigos allí y hemos visto, bien de primera mano o bien por vídeos grabados con la voz de nuestros amigos, como ha sido mi caso, lo que ha pasado.
Puede que hayas visto la catástrofe en las noticias, pero verlo con tus ojos es otra cosa, o sentir que tus amigos están allí y lo están viviendo, pone un nudo en el estómago a cualquiera. El luto no es sólo el dolor por la pérdida, es también la consternación de sentir cómo gente tan cercana ha perdido todo, su coche, su casa. Han muerto niños. Muchos no saben cuándo podrán volver al trabajo, otros han vuelto y no queda absolutamente nada que rescatar.
No estoy preocupado por la alerta roja, pero no quiero que pase más. No quiero ver el lugar que amo más destrozado de lo que ya está. En siete años de blog nunca he querido tocar muertes y desgracias, pero necesitaba materializar mis sentimientos en palabras y llorar un poco mientras escribía esto. Mi corazón está con las familias que han perdido a gente, las que han perdido, lo que sea, y en cuanto pase la semana y sea seguro viajar, veré dónde hago más falta y si puedo sumarme a las tareas de limpieza. Espero que pronto pueda armar la próxima entrada que ya había empezado a preparar.
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