Película: Los Pecadores.
Reseña sin espóilers.
Mi padre es músico profesional. Mi madre no, pero de joven tenía una buena colección de vinilos y conocía a muchos grupos de la época, incluyendo los más rockeros. Podría decir que desde pequeño he vivido bastante próximo a la música y de hecho me animaron a que aprendiera, por eso cursé 9 añazos en el conservatorio. Y a lo largo de mi juventud fui a 3 colegios, todos religiosos, por lo que ir a otro colegio y no ver cruces por todas partes se me haría raro. Sí, sí, crecí muy próximo a la música y también al cristianismo, y de hecho estoy confirmado. Fueron unos años locos.
Bueno, te podrás imaginar que si te estoy maltratando con mi vida es porque algo tiene que ver con una película dirigida por un negro, sobre negros, para negros, hablando entre otras cosas sobre las dificultades que tienen tuvieron los negros en la vida. Yo no soy negro, y no tuve contacto real con la inmigración hasta que entré en el instituto porque vivía en un barrio de blanquitos. Pero eh, ¿te has fijado? He dicho blanquitos, no blancos, para que se note que tras esa separación entre colores no hay un tufillo a condescendencia. ¿Tú en serio crees que el racismo se ha superado?
Aquí entra (por fin) la película en todo este asunto; y no habla de racismo. Jajaja, ahora mismo debes estar confundido. ¿Una película hecha por un negro, por negros y para negros que no habla de racismo? ¡Si hasta Déjame salir habla de racismo! Bueno, estamos hablando de una época en Estados Unidos donde existía el racismo, pero no es el foco principal. Es algo que existe y que, si te paras a analizar, puedes ver una metáfora sobre ello, pero está ahí, para que sobreanalices si quieres, no para que te planten el big dic sobre los derechos negros en tu cara.
El gran logro de Los Pecadores es ofrecer una historia bastante clásica en la superficie, ejecutarla de una forma menos convencional, y en el proceso cuidar mucho los detalles para que tenga muchas posibles interpretaciones.
Hacer esto tiene sus riesgos, porque para que te guste debe gustarte jugar con la comida y rumiar la película para buscarle esos posibles matices, y si mides el arte en función de su puro entretenimiento, puede parecerte aburrida o predecible, o confundirte cuando pienses que a dónde querían llegar con todo esto, porque no es precisamente una historia clásica y redonda donde todo al final tiene sentido drámatico. Te ha de gustar la dirección, la música y el ambiente de una película. Y te ha de gustar darle vueltas porque, si nos ponemos a sobreanalizar, la película puede estar hablando sobre el racismo, sobre cómo el blanco seguía oprimiendo al negro pagándole con monedas que sólo valían en un pueblo concreto, o sobre la apropiación cultural que el hombre blanco, así en general y como cultura, hacemos de todo lo que nos gusta y que viene de una comunidad diferente. El villano es deliberadamente apolítico, no-racista y no-creyente para que pueda caber en la metáfora que te dé la gana. Puede representar cómo la sociedad nos adoctrina, quitándonos las preocupaciones a cambio de la muerte de nuestra personalidad. Cojones, puede representar hasta a las discográficas queriendo chupar la sangre de los músicos de blues a los que, por raza, despreciaban. Un colonialismo 2.0, esta vez sin fusiles y mediante el capitalismo.
No sé si sabes que decían que el blues es la música del demonio. Por sus acordes y (la gente que lo toca) sus temas, ha habido bastante recelo hacia ese género musical, pero al mismo tiempo, el hombre blanco se maravillaba con él. Sí, podemos hacer la interpretación que queramos de esta película, hasta una lectura religiosa, e insisto, aquí está la gracia, pero creo que su tema principal y mayor motivo es la música. Sí. La música. Los Pecadores no hubiera funcionado si Ludwig Göransson no hubiese compuesto una banda sonora tan potente y ambiental, que por cierto, yo ya venía diciendo desde El Mandaloriano que Ludwig sería el nuevo Hans Zimmer y para mí que ya le ha superado en frescura y versatilidad. La película funciona, también, porque Michael B. Jordan, que interpreta a dos gemelos, hace que te olvides que los dos son la misma persona, y también funciona gracias a la voz de Miles Caton, que es el centro de un número musical, una escena en plano secuencia que será recordada.
Creo que de esto va la película. Sobre cómo las canciones y la danza nos unen a una tierra y un pueblo, a una minoría, y nos liga a la sabiduría arcaica y a sus raíces que puede que nos protejan algún día de lo malo que llegue. Minorías. ¿O crees que es casual que los géneros musicales suelan surgir de los grupos oprimidos? Cantar, bailar y escuchar nos hace libres. ¿Acaso no es la música el único idioma universal? No hace falta que entendamos qué dice. Incluso nos hace conectar con artistas que murieron hace siglos y con los que todavía no han nacido. Prende fuego a los muros.
Mi madre tenía una gran colección musical, pero nunca la compartió conmigo, de hecho, conocí a todos sus grupos favoritos por mi cuenta, sin saber que a ella le gustaban. Luego, mi padre es músico profesional, pero sólo le gusta la música clásica y la que puede tocar una banda sinfónica, por lo que tenía poco que comentar con él, ya que en mi adolescencia, el conservatorio de música clásica me tenía casi tan atrapado como el cristianismo. Fue a los 15 años, en mi último curso, cuando un profesor de piano vio lo que cargaba adentro, y me puso delante un libro de blues. Ese libro, ese profesor, me cambiaron muchísimo.
La música nos reconforta cuando nos sentimos atrapados y vulnerables. Nos arranca las cadenas de la cabeza, nos acerca a otras personas, a lo divino y también a lo salvaje. La música nos acerca, en general. Y, dado que la música del demonio era el blues, música nacida a raíz de la opresión de los negros, es muy normal, natural, de hecho, ligar todas las posibles interpretaciones de la película con la música, porque, en un contexto en el que cantar, bailar y desinhibirnos es lo opuesto a lo religioso y al orden, prefiero ser uno de los pecadores. Besis de... fresi.
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