Videojuego: Final Fantasy X Remastered (Switch)


¿Qué pasa, perra? Hace mucho que no hablamos, así, de cara a pantalla, como en los viejos tiempos, y seguro que te sorprende que te cagas, pero ese juego que casi me había pasado y del que hice un artículo hace dos semanas, bueno, pues ya me lo he pasado. Difícil de asimilar. Posdata, léete el artículo, es guay.

Cuando yo era peque, Final Fantasy era lo más, el tope gama. Por aquel entonces la saga FF no era para frikis, porque todos los juegos eran para frikis. En España, el primero que se hizo famoso fue el FFVII (el séptimo, que se cuentan con números romanos), pero más tarde llegaron los anteriores, y eran igual de buenos. El último hijo de esa época dorada fue precisamente éste, el décimo, el favorito de nadie, pero que toda mi generación lo disfrutó en su momento en la Play Station 2. Qué tiempos, ¿eh? Luego sacarían el FFXI, que es online y no tiene nada que ver con lo anterior, el XII es bastante raro, más parecido a un Dragon Age que un FF, ¿y el XIII? Un pasillo facilongo que tiene más de simulador de moda que de rol. El XIV es online... y parece que, por fin, la saga está comenzando una Edad de Plata con el XV y el remake del VII, el que lo empezó todo. Pero estoy divagando.


Este tono deprimente, nostálgico y ñoño que estás captando, QUERIDO LECTOR, no es casual, porque es lo que me inspira esta historia. Su agua, sus playas, reflejan la luz en un arcoíris bellísimo, pero fíjate... casi toda la luz que rodea al juego es la de la tarde, naranja, casi crepuscular. Como si los diseñadores pudiesen adivinar el futuro. Y el juego encuentra su reposo en esa nostalgia, la de los tiempos y la gente que se fueron y no van a volver, los hijos que repiten la misma misión que sus padres muertos. Y nosotros encontramos reposo en esa nostalgia, la de los tiempos y los juegos que Square Enix nos hizo vivir y que, para bien o para mal, han pasado, y no van a volver.

Soy Carli Love, he jugado como Tidus durante más de 100 horas, y ésta es mi historia. Mi reseña, perdón. Es mi reseña. Sin espóilers.

Remasterizado, pero igual de ojete que en tiempos.

Y yo, Lulu, y yo.

Los videojuegos, igual que los libros y el cine, han pasado por su propia fase de normalización, en lo que, a base de dar palos de ciego, encontraban por accidente lo que funciona y lo que no. Algunos "gueimers prrrro" se masturban pensando en juegos como Dark Souls, que básicamente se masturba viendo cómo te frustras, y que, si no te eres un jugador con cierta experiencia en el medio, vas a acabar odiando. Pero la realidad es que la mayoría de las personas, incluido un servidor con bastante experiencia en el mundillo, preferimos juegos intuitivos de utilizar y que, una vez se ha dominado la mecánica, podamos profundizar para los desafíos más difíciles. El equilibrio de dificultad de FFX, en mi opinión, es perfecto. La introducción, bueno...

Digamos que, nada más comenzar el juego, tu ciudad sufre el ataque genocida de un monstruo extraño, aparece un tío sin un ojo que te dice que luches, nadie te explica cómo luchar, te abres paso a duras penas pulsando el botón A y sin entender nada, luego el monstruo os absorbe a los dos, apareces en medio del océano, en el que unos rusos soviéticos te encuentran y te hacen trabajar a cambio de comida, y tú no les entiendes una mierda porque no hablas ruso, y entonces ocurre un tsunami, y apareces en la playa de una isla en la que sus nativos te comentan que tu ciudad se destruyó hace 1000 años.

Uau.


No, FFX no tiene el mejor comienzo de todos. Cuando llevas unas cuantas horas jugadas le ves el sentido a todo, pero en la parte mecánica, o no recibes tutoriales útiles, o recibes biblias de texto para minijuegos que no vas a jugar hasta hora y media después. O, para continuar con la historia, tienes que hablar con los personajes en un orden específico, lo que significa estar 10 minutos dando vueltas hablando a todo el mundo. Y éso, para una persona que durante las 2 primeras horas de juego no ha necesitado drogarse de lo perdido que está, no es lo más adecuado. Este método de "yo te suelto en mi juego y ahí te las ventiles" es muy propio de aquellos años, y esperaba que el remasterizado lo puliera un poco, pero no. En general, este juego se sigue sintiendo de Play Station 2, salvo por la calidad de los menús y los polígonos, que obviamente se ha suavizado, y la banda sonora, que se ha regrabado. Lo que no entiendo es por qué lo cobran a precio de novedad, si lo único que han cambiado ha sido eso.

Pero que ésto no te desanime. Sí, la historia tiene una forma extraña de comenzar, pero yo me esperaba una japonesada como estos animes de hoy en día, y me he sorprendido de lo buena que es, lo bien estructurada que está (si tienes paciencia), y no hay ningún giro de guión barato sacado de la nada. Sí, su forma de luchar y de subir niveles es muy suya, pero a los quince minutos ya las habrás entendido. La cámara es tan ojete como los juegos de la época, pero... bueno, es un ojete y punto, jajajajaja.

Un vistazo a los entornos.

Después de haber jugado 2 entregas más de FF, los 2 primeros Golden SunTales of Phantasia y Dragon Quest a saber cuáles, acabas por esperarte ciertas cosas de un juego de rol fantástico japonés. Pero no. En todos los aspectos posibles, FFX me ha sorprendido. Su simbología profunda, su atmósfera cálida pero peligrosa, su mundo, aparentemente lineal. Incluso su final, que rechaza los clichés épicos del género, y, en lugar de terminar con coros y destrucción a toda hostia, lo hace de forma íntima, contenida.

¿Cómo explicar, lejos de cualquier aspecto mecánico, lo que he sentido al jugar?

El sueño de Yu Yevon.


Joseph Campbell describió al héroe como aquél que evoluciona después de vivir una aventura más allá de los límites de lo conocido. Pero cuando dice "los límites de lo conocido" no habla de lo que el ser humano ha alcanzado... sino de tus propios límites. Parece que nosotros ya no podamos ser exploradores porque ya se conocen todos los lugares del planeta, y eso es falso, porque, ¿tú los conoces? No sé en qué momento nuestra cultura empezó a ver menos meritorio hacer algo si alguien ya lo ha hecho antes. No. Yo tengo pánico a las agujas, no soporto la sensación de que me atraviesen la piel y se metan en mi cuerpo, por eso fui a donar sangre, algo que hacen miles de personas a diario. Notaba la sangre salir de mi cuerpo, lo notaba todo, la enfermera me decía que tenía la cara verde, y me costó, pero lo conseguí. ¿Acaso eso no es ir más allá de los límites que el miedo no me permitía sobrepasar? Porque yo me sentí un héroe aventurero cuando, después de saber que podía hacerlo otra vez, salí de ese lugar cambiado.

El sueño es una metáfora recurrente de esta historia, que plasma la incapacidad de ir más allá. La verdad cómoda en la que vives estable, y todos los días son tranquilos, moderadamente felices. Fuera, la gente muere, y pasa hambre. Y tú vives porque estás vivo, sí, ¿pero estás viviendo? Mañana trabajas, ¿no? No vayas a perder el sueño por una preocupación que no puedas solucionar, y mañana te levantes cansado. No vayas a hablar con tu padre (por ejemplo) por sus problemas con el alcohol, no fueran a haber discusiones, y él ninguneara tu frágil autoestima.


Despierta. Reflexiona, y descubre los elementos de tu vida que te están restando, esos que, sin darte cuenta, estás obedeciendo como un autómata, cuando en realidad podrían ser hasta nocivos, para ti y para el resto. Seguir la mediocridad del día a día es lo más sencillo, ¿pero dónde quedaron tus ganas de vivir, de viajar, de probar cosas nuevas, de plantar cara a la realidad difícil? La vida es muerte, es injusticias, es hambre, y está llena de pecados que vuelven a los hombres irreconocibles. Spira se tiñe de luz naranja porque está a punto de vivir un nuevo día en el que todo, con suerte, será diferente. Tú podrías ser el que marque la diferencia, manejando a Tidus, a Yuna, o a Auron. Pero cambiar es difícil, duro, cruel, a veces. Y ese sentimiento después de donar sangre, tan desagradable, pero tan dorado, porque has crecido, es la luz crepuscular de la que me ha llenado este juego. Y sus personajes han calado tanto en mí, como las aguas de Spira.

Y eso ha sido todo. ¿Lo has jugado? ¿Te gustó? Dímelo, pero acabando todas tus palabras con la letra i. ¡Un besi de fresi!

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