La importancia de la perspectiva al narrar.


Imagina el arte como un trabajo más. El pintor usa la brocha, el mecánico la llave inglesa, el carpintero la lija, y el director de cine utiliza la cámara para hacer su trabajo. Sin la cámara, nos perderíamos la mitad de la información en una película, y no tendríamos el contexto para entender la otra mitad. Para un escritor, su herramienta más valiosa es el narrador.

Este taller no va a ir sobre el narrador, sus tipos y cuándo recomiendo usarlos, éso sería un taller tan inmenso como el que hice sobre las escenas de acción, y ahora que estoy coronavírico perdido y voy a cagar cada dos horas, necesito ir allanando el camino primero.

Mientras Daenerys pasaba penurias, en el otro continente la veían como amenaza e intentaron matarla.

Algo que sí debes saber es que hay dos grandes tipos de narradores: los omniscientes y los equiscientes. Oye, no me hables así, que no te he faltado el respeto. Los narradores omniscientes suelen ser los típicos que están fuera de toda la historia y lo conocen todo, y a algunos libros les viene de miedo este tipo, pero yo no soy muy fan que digamos. Los omniscientes no tienen matices, no se emocionan, porque ya lo saben todo y ni siquiera están allí, son como un dios que cuenta simplemente lo que sucede. ¡Y éso, para mí, es perderse la mitad de la información! En una película, lo que nos guía en las emociones es el apartado sonoro, ¿no? El narrador equisciente, que viene a ser uno que sabe lo mismo que tú, sí otorga esa emoción a un libro. Es una máscara que nos permite ponernos en la piel de un personaje durante unas horas.

A parte de recomendaros que sean vuestros personajes los que narren, y no un dios espectral, en este taller os contaré cómo hacer para que cada uno de tus narradores se sienta siempre auténtico y diferente al resto. Por desgracia, estas pistas no se aplican para los narradores omniscientes: la (des)gracia de ésos es que siempre tienen que sonar igual, hable del personaje que hable. Lo que es cómodo para escribir, pero aburrido para leer.

Usar la perspectiva correctamente puede abrirte una barbaridad de puertas en cuanto a efectos especiales se refiere. Todos somos el héroe de nuestra propia historia, pero cuéntame, ¿qué pasaría si al 60% de la novela el lector se diera cuenta de que somos el villano en realidad? Esa sensación de engaño sólo se la puedes hacer sentir si primero confía en nuestro personaje y se traga sus mentiras, o sus distorsiones de la realidad.

La saga usa narrador externo, pero imagínate que fuera omnisciente y saber lo de Snape desde el principio.

Incluso si realmente el protagonista es el héroe, tiene que chocar cuando el malo cuente sus motivos y nos demos cuenta de que no sólo tienen sentido, sino que encima son los mismos que los nuestros, pero desde su punto de vista. Que el lector odie a alguien durante media novela para luego mostrarle que es igual que el personaje que amaba genera un golpe de efecto en dicho lector, y es un golpe que sólo puede llevarse si utilizas la perspectiva correctamente. Un narrador omnisciente lo sabe todo, y como lo sabe todo, no se puede callar nada, o estará engañando al lector.

Así que vamos a dividir este taller en dos mitades. Primero te doy mis trucos para recrear una perspectiva humana y creíble, y luego te contaré cómo hacer para que tus personajes no se sientan siempre iguales.

Cómo crear seres humanos con letras.


Si quieres que tu personaje narre sus aventuras y parezca un humano de verdad, sólo necesitas dos cosas: que piense que tiene la razón, y estar tremendamente equivocado. La culpa no será suya, pero nunca escribirás ésto último, sino que lo dirás con frases que, de una forma u otra, acaben significando que el problema está más allá, no en sus comportamientos. De hecho, no escribirás nunca nada de lo que te voy a decir ahora, porque entonces estarías contando en lugar de mostrar. En la escritura, queda prohibido mencionar el sentimiento que tienen en ese momento los personajes, lo que quieres expresar o mencionar la lección que han (o no) aprendido. Sigamos.

Ésta es importante: nuestro personaje no tiene todas las respuestas a las cosas que suceden a su alrededor. Hay personajes que se han ido y no sabe a dónde, una pelea de bar borracho que no se acuerda de quién la empezó... E incluso olvidará nombres que le acaban de decir, entenderá mal algunas indirectas, y cometerá decisiones equivocadas, basadas en su pasado y sus prejuicios.

Este libro depende absolutamente de la perspectiva para que funcione.

¡Todavía no es suficiente! Las personas tenemos defectos. Algunos son de serie, como ser despistado, tener falta de atención, darle demasiadas vueltas a las cosas... ya sabes. Sea como sea, nunca puedes decirlo y ya está, sino que se tiene que ver reflejado en la propia narración. Y, encima, las personas también tenemos defectos de los feos, de los que la vida nos llena de mierda y en lugar de limpiarla la escondemos debajo de la alfombra. Esa alfombra es un tema tabú para tu personaje, igual que para mí lo es el reggaetón y para otro podría ser el feminismo o Star Wars. A ese tema tabú le debemos añadir una reacción: hay quien reacciona con ira a sus temas tabús, otros con ansiedad y otros con humor que esconda la tristeza. Aquí tienes variedad, y es importante elegir según tu historia. No es que tengas que elegir defecto como quien compara marcas en un supermercado, sino que, sabiendo que puedes coger cualquier defecto, al concebir al personaje, los defectos se generan al mismo tiempo.

Sin embargo, los eventos que ocurran en la historia harán que nuestro personaje se vaya transformando poco a poco, como el que dobla una tira de hierro a martillazos. Poco a poco se va a dar cuenta de que él sí tuvo que ver en los hechos que iniciaron el conflicto de la historia, aunque fuera por pasividad. Se va a dar cuenta de que ha cometido muchas cagadas y necesita hacer cambios, y si quiere solucionar el entuerto, va a tener que hacer frente a su tema tabú y limpiar toda esa mierda.


O no, puede que tu narrador fuera el villano todo este tiempo, o un mentiroso, y tú como escritor has ido repartiendo pistas de poco peso. Pero llegará un punto en el que el saco se rompa, y todo cuadre: en ese momento, la realidad del personaje y la realidad del lector se separarán, y este desengaño suele venir acompañado con que el lector quiera que el protagonista sea derrotado.

Esos cambios se deben ver reflejados en la narración, e insisto en esto porque la clave de todo es tu propia escritura. Puedes hacer que su ansiedad al principio le haga hablar más rápido, y según va alcanzando la paz, irá hablando de forma más calmada, o al revés, que se vaya estresando conforme su realidad se desmorona. No te flipes a la hora de plasmar nerviosismo o preocupación, porque el lector no es tonto y captará los cambios sutiles, pero esos cambios sutiles se tienen que producir, para cargar de emoción las palabras y así el lector pueda sentir contigo. Todo será cuestión de práctica e ir puliendo tus habilidades una y otra y otra y otra vez. Yo, por ejemplo, todavía lo estoy haciendo.

Truquitos para las historias corales.


Si en dos libros completamente diferentes la voz es exactamente la misma, a ver, es soso, pero nadie te va a pegar por ello. Hay gente a la que éso les gusta, pero también hay gente que pone el papel del váter con la tira pegada a la pared, y no nos hemos extinguido todavía. La voz debería cambiar de un libro a otro porque las necesidades de la historia y del protagonista también cambian, pero cuando en una misma historia narran varios personajes y parecen el mismo, éso sí que es criminal.

A continuación te voy a dar varios trucos que te pueden ayudar a separar las voces de todos tus personajes narradores:

Infiltrados, de Scorsese.

Primero de todo, usar varios personajes en una novela, sobre todo de fantasía, es un cliché y está muy visto. Si lo usas, tiene que haber detrás una buena razón. Cada narrador debe ser clave para lo que va a ocurrir después, y no sólo lo que ocurre: la forma en la que cada personaje ve el mundo, es decir, su visión, es lo que debe marcar la diferencia. No es que la princesa fugitiva haya visto o haya hecho algo importante, es que ella es la única que ha visto humanidad debajo del casco negro de Kart Teider.

Hasta aquí es sencillo, lo chungo es que parezcan personajes distintos, ¿verdad? No sólo se aplican las reglas de más arriba, ahora se trata de distinguirlos. La realidad es que las personalidades distintas se fijan en detalles distintos; dos narradores pueden ver al mismo personaje en dos momentos diferentes y sacar de él información distinta. Los detalles en los que se fijen se verán determinados por el tema que les rodee, porque éste condicionará su aspecto físico, su personalidad y sus motivaciones. Recuerda: un pobre percibe una moneda de 1 céntimo mucho más grande que un rico.

sta mierda m iso grasia

Y este último truco lo podemos estirar como un chicle hasta abarcarlo todo. No sólo se fijará en detalles distintos, también narrará más deprisa o despacio en función de lo acelerado o calmado que esté en reposo respecto a sus compañeros de novela. Puedes crear a una ninja muda que sea muy minuciosa, de frases cortas y fugaces, y observe una habitación al completo antes de poner un pie dentro de ella, y luego crear a un político hedonista de frases largas y sibilinas, que se fije en el tamaño de los pechos, las caderas y los paquetes y tenga muy controlados los temas de manipulación, pero las escenas de acción sean un caos en las que, cuando no corre, se está escondiendo.

Un truco que me funciona muy bien es hacer que cada personaje narrador tenga un sentido predilecto. En mi última novela, Legado de Mil Mentes, otorgué al primer narrador el sentido del tacto, al segundo el del oído, y al tercero un sentido más metaliterario. A ninguno le di la vista, porque ninguno de los tres es particularmente observador y es un sentido muy cómodo de narrar, así que lo usaba a partes iguales con todos, pero nunca siendo el principal. Ésto significa que, si el aire frío sopla en el valle, el primer narrador sentirá el frío colarse por la armadura, al segundo le asustará el aullido del viento, y el tercero... bueno, la idea del tercero es que su villano eres tú (máomeno), así que tiene que engañarte.

Era lógico para la historia que se aliaran, pero costó por sus perspectivas.

Cada personaje tiene que tener expresiones propias y formas distintas de afrontar el conflicto. No puede pensar igual una guerrera curtida que un chavalín que cree que la vida es suave y turgente como mis pectorales. Además, cuando dos personajes narradores se reúnan en el capítulo de uno de ellos, haría que sus modos de ver la vida colisionasen. Que se hagan amigos porque sí, simplemente porque son narradores, aburre a cualquiera. Recordemos: si son narradores es porque sus puntos de vista son claves y diferentes, por lo que van a chocar seguro.

Y ya por último, el consejo más importante de todos: imagina todos estos accesorios como algo que les cuadra, que en el fondo ya estaba dentro de la idea que ya habías concebido. El arte tiene un punto de artesanía, pero no puedes meter rasgos de personalidad a tus personajes con calzador. Cada uno tiene su rollo, y la idea es que tenga un rollo distinto del resto porque han tenido un pasado distinto y una educación distinta, en lugar de ser el mismo personaje pero con las piezas cambiadas como un Señor Patata.

¡Creo que ya he terminado! Al final no ha quedado mal para estar coronavírico, ¿no? En fin, me alegro de haber vuelto y espero que te haya resultado útil. ¡Un besi de fresi! Voy a cagar.

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