Clara.
Hola, Clara. Siento mucho lo de estos tres meses, pero he tenido que hacerlo. No pretendía desaparecer, ni dejarte sola. Quiero que sepas que no me he enfadado contigo, sabes que no podría nunca, y me he ido porque he necesitado estar solo un tiempo. Espero que aún sigas viviendo en tu casa de Sant Pere ahora mismo, porque de verdad deseo que leas lo que quiero decirte, quiero creer que recibirás esta carta, y que la abrirás, pese a tu enfado, si es que estás enfadada conmigo. Tenías razón, siempre la has tenido. Debí haber ahorrado más durante mi vida, no debería haber derrochado tanto en viajes vacíos y hoteles, en bonitas fotos de perfil para mis redes sociales. La salud, me has dicho siempre, ahorra para cuando ocurra una emergencia... tenías razón. En Canadá existía una cura posible para mí, pero no tuve dinero para pagarla, y jamás te hubiese pedido dinero, ésta ha sido mi responsabilidad, y lo último que quería era que me vieras débil y pálido, pero está bien. Canadá es feo y su