Casiopea.
No sé por qué, al escuchar las campanadas de la iglesia, me he acordado de Casiopea, tu constelación favorita. Sólo son cinco puntos, pero siguen allí en el cielo, hermosos. Siempre me señalabas a Casiopea en el cielo, con una orientación innata, como si formaras parte de aquellos brillos en la noche. Sólo son brillos en la noche, pero seguirán allí, siempre. Perennes tras las nubes. ¿Qué fue de todo lo que pensé que sería eterno? Cuando era niño, la vida poco a poco ganaba complejidad y emoción. Cada año, descubría una travesura nueva a escondidas de mis padres, y me sentía vivo. Me sentía... vivo. De cara al viento que sopla fuerte e inconstante, rebusco en el bolsillo del abrigo el paquete de tabaco, y rebusco entre mis recuerdos el momento exacto en el que la euforia se estancó y pasó a ser algo más amargo y denso, como el aire que no se ventila a lo largo de los años, y empieza a pesar después de los fracasos, de los traumas que me acabaron llevando a más malas decisiones. Y, pese