¡Reseñas flash! #6
¿Qué se cuece en el vecindario? Ésta va a ser la última entrada del año, y yo
qué sé, en este pueblo no paran de ocurrir cosas raras. Ya ha sido un año raro
de por sí, medio normal pero no, como el que por fin va a follar pero le da el
gatillazo, y aquí, en Castellón, está habiendo un repunte bien fino de
coronavirus, algunos amigos podremos despedir el año juntos, otros lo harán
solos en casa, y para colmo aquí durante el día hace un calor del carajo, por
la noche un frío que puedes palparlo con la mano, y la gente de aquí celebra
una cosa llamada Navidad.
¡Como si no fuera extraño de por si que vaya a terminar esta mierda de año con
3 reseñas flash seguidas! De la misma forma que esta tarde (Nota: una semana antes de publicar ésto) voy a ver
El Retorno del Rey en versión extendida después de haberme
merendado 8 ricas horas de Tierra Media, hoy te toca tastar el sabor a Ferrero
Rocher de la aventura concluida, la emoción de saber que Carli, por fin,
rompió su bloqueo escritoril en el Monte del Destinardo y se pone al día. Bueno, más o menos. Es igual.
Ése va a ser mi propósito de año nuevo. Nunca me he hecho uno, son una
gilipollez y podemos ponérnoslos cualquier día, pero voy a aprovechar las
fechas para ponérmelo como una línea roja que no voy a cruzar de ninguna
manera el año que viene: no puedo abandonar mis escritos así durante un año.
Estoy pendiente de corregir un guión de largometraje y preparando los esbozos
de la que va a ser mi primera novela publicada, y en el fondo estoy
emocionado. Tengo que dejar que esa emoción me guíe, no la preocupación
constante de tener dinero y ser lo que mi padre fue a mi edad. Yo no puedo ser
mi padre. Su generación ya se encargó de dejar el mundo peor de lo que lo
encontró.
¿No te esperabas esta intensidad al comienzo de un Reseñas Flash? Lo
siento, se acerca el final del año y quiero hacer
las paces con el dolor y mis demonios, y con lo segundo todavía no estoy
listo, pero con lo primero sí. Por éso, en las 31 reseñas que tenía preparadas
entre
la cuarta
entrega,
la quinta
y ésta última, he dejado para el final
las 10 que a mí más me gustan. Es un capricho, pero un buen
capricho, una forma de acabar con una sonrisa, con ilusión, vamos, que, aunque
al final este blog fuera creado para desahogarme, gracias a él encontré algo
en mí que estaba oculto por aquel entonces: me encanta apreciar el arte, y que
otros se contagien de mi ilusión, mucho más que cualquier otro sentimiento
negativo.
¿Y qué tenemos en el horno de fin de año? Ah, Death Note, una de
las mejores series animes que se han hecho, por supuesto. Espera, ¿estoy
oliendo a Rick y Morty? ¡No! Pero aquí está su madre, Futurama,
¡y South Park! También tenemos dos primeras temporadas prometedoras,
las de El Juego del Calamar y La Premisa. Y ojo al catálogo de películas: Starship Troopers,
Isla de Perros y la ultragalardonada Parásitos. Para
terminar, dos grandes juegos: Call of Juarez: Gunslinger y
Spec Ops: The Line, buenos títulos con los que terminar el año.
Espera, ¿hay algo más? Me dice el horno que hay una sorpresa al final. Pero es
una sorpresa. Compórtate como buen cristiano y cómete todos los chocolates de
adviento que hay en estas reseñas antes de llegar a la última.
Recuerda que todas son sin espóilers, así que no te preocupes. Carli te
cubre las espaldas, y te las acaricia, también...
Death Note.
Un buen producto que confía en su público y que no le trata por tonto ni le
coloca chistes estúpidos por si acaso hay mucha seriedad, siempre es
agradecido. Los primeros 16 capítulos de Death Note son
interesantes y te mantienen enganchado en un juego de gato y ratón con dos
jugadores muy inteligentes. Hay mucha exposición, pero no se hace aburrida, y
todo lo que pudiera parecer un deus ex machina por causar la
sorpresa, tiene poco antes una semilla que legitima la revelación. A partir
del 16, la historia decae bastante, pero los 6-7 últimos vuelven a recuperar
el espíritu de los primeros y los igualan.
Hablemos sobre la animación. Ninguna adaptación es fácil, y, ya que la obra
original es un manga, es difícil quitar la voz en off de la serie, pero lo
resuelven de una forma elegante estableciendo un código de color. Cuando
entramos en la mente de un personaje, los colores de la realidad se alteran, y
cada humano emite un aura de color que nos indica sus intenciones: rojo
significa maldad o ira, mientras que azul significa bondad, inocencia o
víctima. A través del código de color, que es constante en toda la serie,
podemos ahorrarnos información de voz en off mostrando qué sienten los
personajes respecto a los demás, algo que el manga no puede hacer.
Pero el motivo por el que Death Note es tan bueno no es por los
ires y venires de dos mentes privilegiadas, ni por ponernos en la misma
perspectiva que nos puso Breaking Bad, sino por su consistencia
temática, su declaración moral acerca de qué cosas son y no son correctas, que
expuse
en este ensayo
del que me siento muy orgulloso. Los mangakas son dibujantes, no guionistas,
por lo que, conforme los capítulos avanzan, pueden perder el hilo original que
les motivó a escribir una historia. Aquí no, y aunque durante la mitad hay un
valle que me inquietó, logra atar todo en un final precioso. ¿No te gustó el
final del anime, que cambia respecto al manga? En su momento publiqué varios
tuits explicando por qué ambos son magníficos, pero si me lo pedís,
escribiré una entrada comentándolos. En fin, una joya. Míratela.
Futurama.
Buf, ¿qué puedo decir? Sé que Los Simpsons es muy buena, pero
Futurama va más allá con su genialidad, es directamente una obra
incomprendida fuera de su tiempo. Mucho antes de que Rick y Morty,
Solar Opposites o Bojack Horseman rompieran internet,
en una época en la que la única animación adulta que existía era el anime y el hentai,
Futurama vino a romper estigmas, a entreabrir una puerta que todos
pensaban que era una pared. Verla hoy en día y que todo fluya sin problema
está muy bien, pero párate a pensar, ¡esta serie se creó en el 99, y resuena
perfectamente dentro de la cultura post-internet!
Los parecidos con las series modernas que tanto lo petan no están sólo en el
tono y los temas que tocan, sino que algunos episodios repiten momentos que,
incluso hace pocos años, resonaron fuertemente en nosotros, como
ese final del 1x06 de Rick y Morty con sus mantis
religiosas. Además, al contrario que muchas otras series de capítulos
independientes, la mayoría de hechos que ocurren (los importantes) se quedan,
y pese a todos los toqueteos y viajes en el tiempo, la realidad al final se ve
completamente inalterada. No tengo palabras para los animadores salvo que es
una gran animación, porque ya sabes que no tengo ni idea sobre ésta, pero
vamos, que has pillado el rollo, ¿no? Míratela, no pierdas el tiempo, ¿te
parece larga? Mírate una temporada al año, pero hazlo.
Ésta, junto con South Park, fueron las que hicieron posible que hoy
tengas series de animación favoritas. ¿Sería buen momento para hilar con
South Park, eh? Pues jódete y meriéndate
La Premisa, temporada 1.
Y si esta serie fuera una merienda, sería como un bocadillo de pan integral
con ensalada de huevo y mayonesa veganas, rico y saludable, pero para el que
busca la grasa o el bollo, le va a dejar a medias. Es importante dejarlo
claro, no quieres ver esta serie por la trama, ni por la acción, ni por sus
personajes. Se trata de 5 capítulos independientes en los que a sus protagonistas, que cada vez son unos distintos, les ocurren cositas que tratan
temas delicados, normalmente temas tabú en cualquier cena navideña americana.
La legalización de las armas, el racismo, los moralistas de Twitter, el acoso
escolar, un dildo anal... Hay de todo. Generalmente, los personajes son grises
y ninguno de los capítulos ofrece una conclusión clara, para que después de
verlo tú te pongas en la situación de ellos y pienses si hubieras hecho lo
mismo, o dónde estarían tus límites. Es sesuda y ése es el núcleo de todo, por
lo que si sólo ves las cosas por los loles, mejor ver la siguiente serie, South Park.
El Juego del Calamar, temporada 1.
No hay South Park, jódete, miserable. Ésta, obviamente, ya la habrás visto. Ocurrió un fenómeno
de masas parecido al del séptimo episodio de Star Wars o con
Vengadores: Endgame, que todo el mundo fue a verla, así que ya por
curiosidad fuiste a verla tú también. Y me gusta que haya pasado por dos
cosas. La primera de todas, porque, pese a no tener una cinematografía muy
creativa, sí que lo clava con los decorados, el vestuario e, importante, un
buen guión, por lo que la disfruta el ciudadano medio por el pum-pum y el
"quién vivirá" y también la disfruta el que busca un comentario social
inteligente. Es decir, que es comida rápida, pero comida rápida saludable y
nutritiva.
El segundo motivo por el que me gusta la famita que ha obtenido es por lo
mucho que se ha reivindicado el cine coreano en los últimos años. Me parece
que tiene mucha calidad, que conecta bastante con nuestra cultura y que dentro
de 10 años será normal que haya películas coreanas en los cines aquí en
España. Y podríamos tomar notas: La Casa de Papel, una serie que empujó
los límites de lo que España puede hacer, todavía se queda corta al compararla
con series como ésta. Y que no vengan a llorarme los que la detestan sólo
porque es popular y "sobrevalorada", porque esos críos ya los hubo con Star
Wars y con Vengadores.
Me hubiese gustado haber tenido tiempo y ganas de haber escrito para ésta una
entrada individual, pero estoy comenzando a armar un ensayo en el que esta
obra tendrá mucho protagonismo, y hablará de la diferencia entre ricos y
pobres que se muestra en la serie, ya que, en el fondo, sólo existe una
diferencia de puro poder; los pobres están desperdiciando sus vidas
apostando en carreras de caballos, ¿pero acaso desperdicia un rico su vida
cuando apuesta los millones que le sobran en ruletas de la suerte o en una
carrera de humanos por su supervivencia? Seamos realistas, no todo está
perdido porque siempre hay un porcentaje de nosotros que tirará del carro, con
dinero o sin él, pero "El Juego del Calamar" siempre seguirá existiendo.
South Park.
Y por fin llegamos, ¿eh? ¿EEEEHH? ¿Creé en ti la necesidad de llegar a esta serie sólo
por anticiparla hace un rato? ¿Cómo, que no? Que te jodan.
Éste sería el espíritu de la serie resumido en una sola frase. Los que se
quedan en lo escatológico o en los insultos sólo están viendo la
superficie, porque muchos capítulos son muy profundos de forma escondida.
Cosas como comparar a Trump y sus votantes con el noviazgo que un gordo sin
autoestima tiene con una chica que le quiere porque es el único que la
soporta, son las que hacen que mi relación con esta serie sea fuerte, pasional
y muy activa entre las sábanas.
Pero lo que me aporta esa vitalidad de semental no es lo que esconde, sino que
te trata como alguien inteligente y estúpido al mismo tiempo. Sí, ahora que
estás viendo el capítulo ves bastante obvio que (por ejemplo) vampirizamos la
vida privada de los famosos por el vacío que sentimos hacia nuestra propia
vida, y sabemos que lo que hicimos con Britney Spears está mal, pero bastará
que dejemos de atender a la serie durante 2 minutos para seguir haciendo lo
mismo que todos, porque somos listos, sí, cuando queremos, pero como masa
somos estúpidos, y nosotros somos la masa estúpida e iracunda que siempre se
representa en la serie, pero nos identificamos con los protagonistas porque
son los protagonistas, no porque seamos nosotros.
Y si eres gorda y los chicos te tratan como mujer de segunda, no culpes al
heteropatriarcado ni las normatividades, sino a la tarta que te fundiste
anoche (el ejemplo se artibuye a ambos sexos, la intención ofensiva es una
pura imitación, debido a mi contenido, te aconsejo que no me leas). Posdata mírate la película y si te gusta, entra en la serie. Imbécil.
Starship Troopers.
De todas, posiblemente ésta sea la que menos me ha gustado como tal, pero me
parece que merece mucho la pena. El acto de criticar es más despiadado cuanto
más sutil sea, y más demoledor cuanto más te pongas de su parte. Podemos hacer
una peli vegano-feminista en la que dos jipis mueran en una
manifestación a manos de la voxidad de la Guardia Civil, pero no conseguiría
nada, sólo conectar con los que ya piensan así. Sin embargo, si hacemos una
película bélica en la que todo es muy americano y los buenos ganan, es más
probable que el voxista Guardia Civil, al que le gustó la peli, se ponga a
pensar en los detalles y le entre una crisis existencial cuando esté cagando
al día siguiente.
La propaganda. Igual que los insectos son muchos y descerebrados, y se limitan
a cumplir las órdenes de su general, los ciudadanos como masa somos iguales o
más patéticos. ¿A quién le importa seguir una mentira, si lo que realmente
importa es que todo el mundo la siga a tu lado? Mientras celebramos y
endiosamos el servicio de nuestras tropas, la persona que te apunta a las
nuevas listas de cadetes tiene dos piernas y un brazo mecánicos.
Para mí es todavía mejor que todo sea tan varonilmente americano. Ser sexy,
tener ganas de venganza y ser el prota es escudo suficiente para sobrevivir a
lo que sea, y lo mismo para los amigos, mientras todos a su alrededor mueren
de forma horrible y a nadie, tampoco al espectador, le importa mucho. No es
ninguna maravilla cinematográfica, pero puedes tomártela como una
La Chaqueta Metálica pero como si Kubrick tuviera más sentido del
humor.
Isla de Perros.
No soy fan de Wes Anderson, pero sus tiempos cómicos me parecen sublimes. A
veces, la diferencia entre aburrirse ante una conversación absurda o reírse
por ella está en las pausas, y, aunque Isla de Perros no la
definiría como una comedia, creo que es mejor verla como una (y bastante
absurda). La trama no tiene ningún misterio, pero lo que engancha es la
animación, su forma de contarla. No hay un desarrollo de personajes bien fino,
ni un clímax que reúna todo lo aprendido en la aventura, pero no importa mucho
cuando Anderson se preocupa tanto en que cada momento se vea de forma
diferente.
Ahora, que nadie venga buscando algo profundo o algo que pueda gustar a
cualquier niño. La animación es extraña y algo inquietante, cosa que no me
preocupa porque yo me crié con las bizarradas que ponían en los 90s por la
tele y mírame, lechugoso como una fresquilla, pero no lo considero una
historia redonda o familiar, más bien una joyita extraña que mola haber visto. ¡Y pasamos a la siguiente peli a reseñar! Todo el mundo la ha visto y se la pone como medallita, pero muy
pocos han entendido a
Parásitos.
Había oído hablar de la enorme brecha entre ricos y pobres que hay en Corea
del Sur, pero con series como El Juego del Calamar y
Parásitos queda más que claro que la mitad desfavorecida no está
contenta. Vamos a ser realistas, el capitalismo no va de los hombres
emprendedores y trabajadores que ascienden por méritos propios, sino de cómo
unos pocos privilegiados o suertudos se lucran de una necesidad de puestos de
trabajo que existe igualmente, habiendo ricos o no habiéndolos. Así, mientras
los hijos de ricos siempre tendrán trabajo porque son familiares, amigos y
conocidos de gente que capitaliza esos trabajos, los pobres, que son los que
más necesitan el dinero, se encuentran sin contactos y a merced de empleadores
que les ven como gente que no ha sido lo suficientemente emprendedora como
para estar en su posición.
Al margen de este discurso bolchevique, tenemos a los protagonistas viviendo
en un semisótano, doblando cajas para pizzas y haciendo cualquier triquiñuela
que les dé un ingreso. Son listos, son pillos.
Parasitan la riqueza de los ricos. Una parasitación bastante
divertida, porque Bong Joon-ho, el director, sin hacer aquí una pieza
artística y metafórica infumable, mueve la cámara y rueda los planos de una
forma bastante loca, pero sin que nos demos cuenta, y éso me gusta mucho, creo
que es la filosofía correcta: rodar para los marqueses, pero apelando al
obrero. Conciencia de clase, coño, que no todos hemos nacido en una familia
que nos pudiera pagar la universidad. De todos esos "planos de marqués", mi
favorito es cuando la mujer rica se lleva las manos a la boca asustada, fíjate que ahí
se produce un "salto de eje", que es cuando la cámara cambia la orientación
típica. Normalmente está mal hecho, pero aquí lo hace simplemente por los
loles, queda rarísimo y fenomenal al mismo tiempo.
Pero al final, como el sol después de la tormenta, la verdad acaba saliendo.
Tener trabajo no significa ser rico, ni siquiera teniendo 4 buenos trabajos.
Ser rico significa dedicarte a ser guapo, a verte bien, a vivir la buena vida
mientras los pobres se matan por 5 perras doblando cartones de pizza.
Significa no estar conectado con la sociedad, que sufre, que huele mal, y
aunque no huele mal directamente por culpa de los ricos, son ellos los que,
con la brecha que existe, posibilitan que la diferencia de clases siga
ocurriendo. Buena película.
Call of Juarez: Gunslinger (PC).
Vamos con los jueguitos. Cuando yo era pequeño las arcades todavía estaban de
moda, y, aunque nunca la llegué a probar, me fascinaba la máquina de disparar
bandidos con una pistola de plástico. Me parecía (fíjate tú cómo avanzamos)
increíblemente real. No he jugado otras entregas de Call of Juarez,
pero ésta captura ese espíritu arcade de disparar y disparar (y disparar) bandidos. Ahora que he podido probarlo, tampoco me parece ni tan real ni tan
divertido, pero el juego está muy bien para los que les guste ese rollo.
Lo único que me molestó fue algo que hicieron adrede y me gustó cuando me di cuenta. Resulta que nosotros estamos recreando la historia que cuenta un cazarrecompensas, no la
historia real. Hay momentos en los que no podemos avanzar, para que, en tiempo
real, el narrador se acuerde de que había una salida en uno de los lados, y
aparece de pronto. Es decir, que el entorno, los enemigos, nuestras balas,
todo, se ve supeditado a la narración, y éso me hizo bastante
gracia. Le da credibilidad al arcade, porque obviamente todo es una
exageración, una fantasía del que lo cuenta. Mi momento favorito es cuando
dice que se encontró a un hombre "como caído del cielo", y ese hombre
está cayendo literalmente del cielo mientras avanzas hacia él.
Además, hay modos extras para los enfermos de la puntuación, y se pueden
repetir los capítulos de forma individual. Si te mola el rollo, es un juego
barato y resultón.
Spec Ops: The Line (PC).
Y como voy a reseñar el mejor videojuego que me he pasado en 2021 dentro de un
par de días, el sitio de videojuego condecorado de esta entrada es para
Spec Ops. ¿Qué puedo decir que no se haya dicho? Es una maravilla.
Apareció en un momento en el que los juegos de disparos salían de debajo de
las piedras, utilizando sus mismas mecánicas, para destruir con los puños todo
lo que creíamos cierto de los juegos de disparos. La realidad es que, allí
afuera, matar es horrible. Otra realidad es que, si te haces el héroe,
probablemente no seas el típico prota americano que salva el mundo, sino una
persona que cree que el fin justifica los medios.
No quiero decir mucho. Quiero que lo juegues, porque es cortito. Podría hablar
sobre cómo siempre te obligan a tener poca munición para que estés
continuamente cambiando de armas (y por lo tanto, de estrategia), cómo todo
cobra sentido al final o cómo nos introducen tanto en la mente del
protagonista que los decorados y las mecánicas cambian en función de su
percepción. Nah. Sólo diré que lo juegues. Joseju tiene un vídeo de hora y
media hablando de éste, en mi opinión se repite un poco pero merece mucho la
pena, ahora sí, tiene espóilers.
¡Eh, no te vayas! Ya habríamos terminado, pero he estado guardándote esa
sorpresa. Realmente había 32 reseñas que hacer, y me he dejado para el final
ese pequeño caramelito, mi capricho para terminar el año con una buena cara.
Seguramente te sorprenda:
Christopher Robin.
La nostalgia es una herramienta poderosa, pero, bien usada, puede potenciar mucho el drama de una obra. Basta con que el elemento de nostalgia sea importante para la trama y para el crecimiento del protagonista, y que ese sentimiento generado vaya acorde con el tema de la obra. ¿Ya te estoy aburriendo?
"¿Me leo todas tus reseñas para que me cuentes este coñazo supremo?" «Tu visible angustia ante tal amarga revelación»
Pues sí, es necesario porque los niños son amargos, son un coñazo y esta película habla sobre nuestra niñez. Vamos a admitirlo, de peque te morías por crecer, y ahora quisieras ser otra vez un niño, ¡pero la vida de niño es una basura! Tienes que hacer lo que tus padres te dicen, irte a la cama cuando dicen, estás obligado a ir a la escuela... ¡no tienes ninguna libertad sobre tus acciones! Pero, para compensar toda esa amargura y ese coñazo, nos inventábamos sueños estando despiertos. El Bosque de los Cien Acres representa éso, los chispazos de felicidad y de inocencia rodeados por tan extenso territorio Heffalump. Y ahora dime, ¿eres más feliz? Tienes más control de tu vida, ¿pero no te agobian las responsabilidades? Estamos en el mismo punto que cuando éramos niños, pero, ¿por qué ahora no soñamos?
No podemos interpretar a Winnie y a sus amigos como seres reales, sino como la representación de ese sueño del que podemos ser felices un rato y que es contagioso. Hablar con un oso de peluche no es hablar con un oso de peluche, sino aceptar la parte más estúpida e inocente que tenemos, que nos invita a desconectar un rato y a hacer nada, por salud mental, para coger fuerzas. ¿Por qué nos empeñamos en poner el dinero y la eficiencia por encima de nosotros? Podría hablar del capitalismo aquí, pero no es momento para discursos bolcheviques. Dale una oportunidad con los ojos con la que te la he presentado: no va a dar la vuelta a la gráfica de tu infelicidad, pero quizás ver a Winnie con otros ojos cambie un poco la amargor de ese día.
Un besi de fresi. Feliz año.
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